De las grandes decisiones en la vida y a veces de las más dolorosas es renunciar a lo que se consideraba una amistad, cuando creemos que es sincera y goza de la profundidad y extensión que le da significado.
Con el trascurrir de los años desde la salud integral, nos hacemos más conscientes de los pilares que sostienen una sincera y genuina amistad, de los comportamientos y expresiones que nos hacen dudar de la lealtad de la misma, así como de la fidelidad y coherencia en lo que se dice y en lo que se hace que aporta o no a la amistad.
Resulta a veces incomprensible por qué si existe afecto entre amigos, alegría por los momentos compartidos, identificación en algunos aspectos de la vida, gustos, puntos de vista, respeto a las diferencias entre otros aspectos favorables a la configuración de una amistad, llega un momento que se comienza a manifestar en alguno de los relacionados en la llamada relación amistosa, algunas expresiones y comportamientos descalificadores, invalidadores, rivalizantes, comparaciones fuera de tono, con elucubraciones que sin lugar a dudas dicen más del que la siente de a quién va dirigida.
En el mundo actual tan competitivo las circunstancias y luchas personales ponen en evidencia afanes y una necesidad de sobrevivir a vacíos, necesidades emocionales o afectivas, de reconocimientos o simplemente de amor; algunas veces complejos de superioridad e inferioridad, entre otros aspectos que reflejan en las interacciones tensiones y malestares que generan fisuras a las relaciones entre amigos.
La experiencia y el paso del tiempo nos conducen a hacer un filtro de los verdaderos amigos, y sorprendentemente muchos hemos expresado que podríamos contar los verdaderos amigos con los dedos de nuestras manos y nos sobran, porque precisamente no alcanzan algunas veces los 5 y mucho menos los 10 dedos.
Hay amigos que enferman, son tóxicos y también llamados amigos cortisol, siempre encuentran en el otro motivo para descalificar, invalidar sus ideas e iniciativas, hacer críticas, comentarios ofensivos, pasivo-agresivos elevando el nivel de estrés, produciendo ataques sutiles o directos en diferentes dosis y recurrencias generando daños a la salud espiritual, psicológica y física del que lo recibe. Detectarlos a veces no es tan fácil, en ocasiones los que nos aman que están alrededor son los primeros en darse cuenta, luego, toma tiempo identificarlos y soltarlos.
Los amigos que sanan nos generan endorfina, serotonina, dopamina y oxitocina y con sus actuaciones aportan al desarrollo de factores claves de la vida emocional, desencadenando sentimientos agradables de alegría, buen humor y felicidad, además de la sociabilidad marcada por la reciprocidad y el desarrollo de la confianza mutua. Está claro, además, que favorecen a adecuados niveles de convivencia armónica y a desarrollar niveles de comunicación empática y persuasiva, disminuyendo la comunicación violenta y favoreciendo el equilibrio del ser.
La amabilidad y los abrazos disminuyen la tristeza, la ansiedad y el estrés, blindando el corazón, así como también protegiendo a otras funciones claves de nuestro organismo y su metabolismo. Cuantos abrazos nos hemos negado, cuantos dejamos de dar y ahogan nuestro ser por diferentes motivos, quedando represados perdiéndose de proveer y proveernos vida.
Los amigos que sanan, son los autores de la amigoterapia, ese arte que cuando se vive potencializa el crecimiento y desarrollo del ser, no tiene que ver con los años de conocerse o la cantidad de años de compartir, tampoco tiene que ver por la frecuencia de contactos, ni con la distancia, es indiferente a la edad, a las vocaciones y gustos, no está marcada por condición social ni educacional, tampoco está asociada a la igualdad de pensamiento, ni al criterio compartido en aprobación o desaprobación de un evento, respeta la diferencia y cuando se está disfrutando el tiempo pasa sin darnos cuenta.
¡Hoy en el día del amor y la amistad en nuestro país honramos a los amigos que sanan!
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