Antonio Costa es la envidia de todos los socialdemócratas en Europa. El 36,6% de los votos conseguido por el Partido Socialista del primer ministro en Portugal el domingo pasado parece fuera de alcance de la mayoría de sus correligionarios en el Viejo Continente. De hecho, solo los socialdemócratas en Dinamarca y los socialistas de Pedro Sánchez en España han ganado elecciones últimamente.

El panorama político en Portugal es una rara excepción si se compara con otros países de su entorno que han visto como la crisis económica ponía patas arriba su ecosistema de partidos. En Grecia, los efectos de la recesión y los duros recortes de impuestos por la troika bajo el rescate internacional catapultaron al poder a Syriza, una nueva formación que prometía rechazar la austeridad y plantar cara a la disciplina fiscal de la UE. Tras un duro pulso con Bruselas, el primer ministro Alexis Tsipras cedió a las presiones y en las elecciones de julio los griegos le mandaron a la oposición.

También en Italia se estrenaron en el poder dos fuerzas nuevas, el Movimiento Cinco Estrellas con promesas de gasto social difíciles de cumplir y la xenófoba Liga. Ambos querían sacar al país de la unión monetaria, algo que no ha sucedido. Otro caso derivado de la crisis económica y política se produjo en Francia, donde el movimiento liberal centrista de Emmanuel Macron arrasó con la derecha clásica y los socialistas. En España, el bipartidismo que había dado estabilidad al país desde el fin de la dictadura ha dado paso a un parlamento muy fragmentado, con nuevos partidos que nacieron o crecieron a cuesta de la crisis. Y todavía queda por comprobar en las urnas el terremoto que ha provocado el Brexit al sistema político en el Reino Unido.

En comparación con estos ejemplos, Portugal parece un paradigma de estabilidad política, a pesar de haber sido uno de los países que más ha sufrido la recesión y los dolorosos tijeretazos de la troika. Es cierto que en las elecciones del domingo un partido de ultraderecha logró entrar en el parlamento de Lisboa por primera vez –algo ya habitual en el resto de Europa–. Pero obtuvo tan solo un diputado, al igual que otro nuevo partido liberal y uno de izquierda. Y los animalistas que suben de un escaño a cuatro. A todos ellos hay que sumarles el bloque de izquierda y los comunistas, así como la derecha del CDS, todos partidos que llevan décadas en el parlamento luso.

Las dos grandes fuerzas tradicionales –el PS de Costa y el conservador PSD– suman juntos más de dos tercios del voto popular, un resultado que apenas se produce ya en Europa. Más sorprendente aún es el hecho de que Costa haya pasado de promulgar un discurso y políticas anti-austeridad a presentarse como el garante de la prudencia fiscal. Y los votantes se lo han comprado. Con casi la mitad de los escaños del Parlamento, el socialista podrá seguir gobernando con cierta comodidad y pactos a varias bandas. Es una estabilidad que otros en Europa ya quisieran.

@thiloschafer