En los últimos tiempos se ha extendido cierto pesimismo sobre la supuesta decadencia de la democracia liberal en el mundo. En muchos países se ha producido una regresión hacia modelos más autoritarios, como en Polonia o Hungría, mientras otras pseudodemocracias empeoraban, como Rusia o Turquía. En esta última, el presidente Recep Tayyip Erdogan logró un poder personal sin precedentes con el consentimiento de la sociedad que votó a favor de una gran reforma constitucional. El líder turco aprovechó el fallido golpe de Estado en 2016 para encarcelar a miles de opositores, militares, jueces, profesores y periodistas, y cerrar o controlar los principales medios de comunicación.
Ahora, sin embargo, ‘el sultán’ ha sufrido un serio revés al perder su partido AKP la alcaldía de Estambul, la gran metrópolis de Turquía. Y ¡por dos veces! Un tribunal ordenó la repetición de los comicios municipales, que habían dado la victoria a la oposición, con argumentos poco comprensibles. Esto enfureció a tanta gente que el candidato del CHP ganó la repetición con un margen mucho mayor todavía, infligiendo una derrota que podría comprometer el futuro del propio Erdogan. A pesar de los malos augurios, el espíritu democrático sigue vivo en Turquía.
Es una característica extraña de dirigentes autoritarios que necesitan legitimarse a través del voto de su pueblo, aunque las elecciones estén truncadas de principio al fin. Hasta en los países comunistas se celebraban elecciones. Cuando los resultados no salen favorables, los autócratas siempre pueden intervenir, como Erdogan en Estambul, o Nicolás Maduro cuando creó la Asamblea Nacional Constituyente de Venezuela después de perder la mayoría en el parlamento nacional.
En Kazajistán, la apuesta del dictador Nursultán Nazabáyev por presentar su sucesor en unas elecciones algo más abiertas que en el pasado (cuando ganaba con un inverosímil 98% de los votos), le salió por los pelos. Su delfín Kasim-Yomart Tokáyev ganó hace dos semanas con ‘solo’ un 70%, pero el régimen se vio obligado a detener a cientos de manifestantes pro-democracia. En Rusia, el autócrata Vladimír Putin tuvo que dar marcha atrás en la detención de un periodista incómodo por las protestas.
En Hong Kong estos días también lograron un primer éxito las manifestaciones masivas contra una ley que permitiría la extradición de personas a China. El gobierno de la excolonia británica y hoy territorio especial de China retiró la iniciativa, de momento. Pero cuesta creer que un régimen como el del Partido Comunista Chino se deje torcer el brazo por el clamor de la calle. Los mandatarios de Pekín no muestran el más mínimo atisbo de apertura. Por su impresionante desarrollo económico de los últimos tiempos, China llegó a ser visto como alternativa a la democracia liberal, un modelo de sociedad capitalista autoritaria donde prima el bienestar sobre la libertad. Pero Turquía, Kazajistán, Rusia y Hong Kong demuestran que el espíritu democrático sigue vivo.
@thiloschafer
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