Uno de los grandes éxitos internacionales del pop alemán es “99 Luftballons”, los 99 globos rojos de Nena. Detrás de un ritmo muy bailable y una letra algo naif, la canción de 1983 cuenta una historia escalofriante, muy propia de la época de la Guerra Fría. Un general confunde unos globitos rojos festivos en el horizonte con ovnis y ordena el ataque de sus cazabombarderos. Luego “99 ministros de guerra, con bidones de gasolina y cerrillas” y que “olían un botín gordo” se suman a la guerra y acaban destruyendo el mundo.
Recuerdo la canción -y la época en la que me tocó vivir en la adolescencia- por la reciente noticia del fin definitivo del Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF, en sus siglas en inglés). Los Estados Unidos de Donald Trump se retiraron del acuerdo ante el probable incumplimiento por parte de la Rusia de Vladímir Putin. Cuando sus predecesores, Ronald Reagan y Mijail Gorbachov, firmaron el INF en 1987 hubo un rayo de esperanza en el mundo de poder frenar o incluso revertir la carrera de armas nucleares. Especialmente en Alemania -la Alemania dividida por bloques ideológicos-, el miedo a una escalada con resultado apocalíptico era palpable, como prueba el hit de Nena.
El fin del pacto del INF, que prohibía el uso de misiles de medio rango, es todo un símbolo de la época actual en la que ha resurgido la carrera de rearme nuclear ante el sonido cada vez más cercano de tambores de guerra. A EEUU y Rusia -la Unión Soviética- y sus respectivos aliados de entonces se han sumado Pakistán, India, China, Israel y quizás pronto Corea del Norte e Irán como potencias nucleares. En algunos de estos estados gobiernan personajes a los que nadie compraría un coche de segunda mano y que, al parecer, escapan a cualquier control por otras instituciones.
El problema es que la llamada democracia liberal ha entrado en declive en muchos países. Es muy preocupante que personas tan imprevisibles y peligrosas como Trump, Boris Johnson, Matteo Salvini o Jair Bolsonaro hayan llegado a la cúspide del poder. Estos cuatro, y otros, parecen capaz de decir y hacer cualquier barbaridad con tal de consolidar su posición. Faltan visiones que vayan más allá de las fronteras, o mejor dicho del electorado, de cada país.
Otro peligro es que las armas nucleares puedan caer en manos de villanos, sean terroristas o extorsionadores al estilo de las películas de James Bond. Y con los fallos en ciberseguridad que estamos viendo, no cuesta mucho imaginar que algún elemento así sea capaz de hackear y apropiarse de los mísiles.
Por todo ello, es muy urgente volver al esfuerzo multilateral para frenar la escalada armamentística en el mundo. Es una amenaza que la sociedad debería tomarse tan en serio como el cambio climático y más que la guerra comercial, aunque ésta eventualmente podría pasar de las amenazas mutuas de aranceles y manipulación de divisas a otros instrumentos más nefastos. En estas circunstancias, espero que a nadie se le ocurra soltar un globo rojo.
@thiloschafer