Manifestar orgullo por desafiar todos los estigmas asociados al hecho de ser LGTBIQ+sigue siendo una proeza en el siglo XXI. La ley que fue creada este año en Hungría —argumentada en la protección de los niños—para que la Policía prohíba las manifestaciones de las personas LGTBIQ+ se constituye en una práctica que impide la evolución de las sociedades, o bien, de la humanidad misma. Ni el deseo de marchar para reafirmar o defender la identidad, ni la convicción de ser o no ser, ni la libertad de expresión tienen cobijo cuando es más fuerte la mirada discriminatoria con que se intenta invalidar la existencia de todo aquello que figure como distinto.

No hago parte de la comunidad LGTBIQ+. Pero eso no me exime de alzar la voz a favor de las diferencias. Porque no somos un mundo monocromático. Y lo más normal en todo contexto es que no haya eso que entendemos como normalidad. Precisamente, porque lo que abunda en todo cuanto existe es la diversidad.Lo mínimo que cada habitante de este planeta puede hacer para contribuir al bien común esreconocer la dignidad en todo ser humano. Y hacerlo no nos debe asignar otro calificativo sino el de seres conscientes de los derechos de los demás.

El nombre que Amnistía Internacional le puso a una campaña que lanzó en abril de este año para contrarrestar la ley húngara que pretende frenar a los orgullosos marchantes habla de dicha consciencia: ‘Dejen que el Orgullo desfile’.La ley contra el Orgullo prohíbe «celebrar reuniones que violen la legislación de 2021 que prohíbe la representación y promoción de la homosexualidad y la diversidad de identidades de género a menores de 18 años»; algo que resulta inverosímil cuando alrededor de las guerras hoy activas en múltiples territorios del mundo se agolpan tantos y tantas para apoyar la destrucción de millones de personas.

La imposición de multas y la identificación de quienes participen en eventos de tal tipo a través de softwares de reconocimiento facial hacen parte de una normativa que, aunque nueva, bien podría situarse en los terribles tiempos de la Inquisición. Quienes no comulgan con dichas diferencias, simplemente deben respetarlas. Así como es respetable también su postura antidiversa.

«No puede ser que estemos aquí para no poder ser», bien escribió Julio Cortázar en Rayuela. Las personas LGTBIQ+ no tienen por qué seguir sintiéndose minimizadas, aniquiladas ni avergonzadas por ser como quiera que sean. Por ello la significación de su lucha. Por ello el valor de la marcha. Por ello el craso error de prohibir el Orgullo.

@catalinarojano