Cómo así que para bombardear un campamento guerrillero hay que pedirles permiso? ¿Avisarles? Es el desvarío que, con fuerte eco en cierto sector de los medios en dieta de pauta, esgrimió Roy Barreras para mostrar que tumbó al ministro de defensa. Pero no. Triste que en un operativo contra un objetivo militar claramente definido caigan menores de edad. Pero los culpables no son las fuerzas del orden, sino quienes los reclutaron para utilizarlos como escudo.

Al ministro no lo tumbó Barreras, sino los votos de los partidos en teoría gobiernistas que no acompañaron a Duque, porque era a cambio de nada. Primero presionaron por mermelada y, ante la negativa, se transan por burocracia en lo que ellos llaman “representatividad”, y tampoco nada. Así que no había los votos para negar la censura, y le tocó renunciar, pues barro que al presidente le tocara la primera censura de la historia. Barrera con su verborrea barata y repetitiva podía hacer como mico, pero estérilmente, porque los votos para derrotarlo estaban ahí. Pero no estaban, porque no había contraprestación.

Por supuesto que el ministro dio papaya con su carencia de énfasis y sus repetidos errores y omisiones. Hay otros vulnerables y, como aún no están los votos, los Petros, Ivánes Cepedas, Barreras y compañía se aprovechan y tienen ya la lista de los próximos censurados, hasta que Duque entienda que “representatividad” no es mermelada, sino gobernabilidad, y obtenga la mayoría que los derrote. Pero hasta ahora no ha dado su brazo a torcer, al punto que hasta los propios uribistas andan retrecheros. Hay al respecto dos tendencias: Una, que hay que aplaudirle a Duque su firmeza, cero cuotas y cero mermelada, el país no puede continuar con tales vicios, hay que depurar la política. Y la otra, que la cosa no puede ser así de súbito, que amerita una transición (o ¿transacción?), y que debe comenzar eliminando la mermelada en términos de contratos y prebendas, pero a quienes acompañaron la elección entregarles en el gobierno cargos representativos para adelantar conjuntamente la tarea de gobernar. Ya en su momento sabremos el camino que escogerá el presidente.

Así es la política. Lo más feo es que Barreras, otra vez, exhibió su ingratitud y, como en las peores épocas santistas, planteó maniatar y amordazar las instituciones a las que tanto debemos. Ahí no caben medias tintas. Mucha gratitud hay que profesar a quienes a diario se juegan la vida por nosotros. A veces hasta la pierden o quedan mutilados, pero su empeño en protegernos no desmaya. Por ello hay que acompañarlos y apoyarlos con la misma decisión con la que ellos nos cobijan. Y no dejarse presionar por los absurdos argumentos de una izquierda desestabilizadora.

El Ejército, la Armada, la Fuerza Aérea, y la Policía merecen nuestra gratitud, tienen que ser fortalecidos para combatir tanto malandro, y deben libremente, sin temores y dentro de la ley, actuar en defensa de las instituciones y de nosotros mismos. Hay que mostrarles que los respaldamos y que con ellos estamos ¡firmes!

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