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Hacia la neuroética

Para su comprensión se ha dividido en dos grandes ramas: fundamental y neuroética aplicada. El estudio del conocimiento de las funciones cerebrales y las imágenes en vivo nos han permitido entender más la forma como se conecta el cerebro. Surge una pregunta al respecto: es correcto medirlos ¿Seria legitimo utilizar estudios como preselección de empleo, antes de ocupar un cargo público o como explicación de un delito en un juicio penal? La neuroética fundamental responde los conceptos de autonomía, libre albedrio e intencionalidad.

Hemos vivido una emoción conjunta, global y todos nos encajamos con ella. La pandemia nos afectó y vamos a salir de ella siendo superiores o menos buenos. Hoy entendemos mejor el concepto salud y la división infantil, entre física y mental, no tiene sentido. De qué sirve haber superado la crisis del covid-19 si me encuentro solo, angustiado, deprimido y sin deseos de vivir. Se atendió con dedicación y esmero la salud física, se descuidó la salud mental. Los antidepresivos, como los picos de la pandemia, se dispararon y hoy tenemos un porcentaje alto de la población consumiéndolo. Y en este clima que la ansiedad produce pensamos en el cerebro. ¿En sus normas y reglamentos? ¿En la ciencia y tecnología que lo descubren? Los adelantos que avanzan con sus aplicaciones y en el grupo de personas que se benefician.

La neuroética se define “como el examen de los que es correcto o incorrecto, bueno y malo, en el tratamiento clínico o quirúrgico y en la manipulación del cerebro humano. (Safire, 1978). Se concentra esta precisión en el aspecto ético, legal y social de los hallazgos que intervienen con la fisiología del cerebro. Es el buen o mal uso de la tecnología en que navega el sistema nervioso.

Los trabajos de revisión y la investigación tienen casi 10 años. Se inició con Cranford (1989), Pontius (1993) Cortina (2010), Pautessi (2013) y Alvarez (2015). Se especula que la neuroética apoyada en las neurociencias ayudase a las explicaciones de los procesos cognitivos. Igualmente, las acciones culturales del ser humano que desea sienten y juzga. Desde 2002 la neuroética se considera una disciplina con un campo de reflexión individual para el conocimiento y a la sociedad como organización.

Para su comprensión se ha dividido en dos grandes ramas: fundamental y neuroética aplicada. El estudio del conocimiento de las funciones cerebrales y las imágenes en vivo nos han permitido entender más la forma como se conecta el cerebro. Surge una pregunta al respecto: es correcto medirlos ¿Seria legitimo utilizar estudios como preselección de empleo, antes de ocupar un cargo público o como explicación de un delito en un juicio penal? La neuroética fundamental responde los conceptos de autonomía, libre albedrio e intencionalidad.

La neuroética aplicada se ocupa de llevar a cabo las investigaciones, sus aplicaciones y uso terapéutico en el área de las neurociencias. Vela en todos los casos por el respeto absoluto de la beneficencia y abre el debate para generar consensos.

Los avances siguen evolucionando y cada día nos acercamos y entramos más en el cerebro. Hoy es susceptible que podamos modificarlos y ajustar la forma en que decidimos. Si perdemos el rastro y no seguimos lo que logramos, el día menos pensado tendremos unos individuos con unos potenciales tan avanzados que serían excelentes militares o terroristas o honestos ciudadanos…El conocimiento humano avanzando y el producto final muy lejos de la concepción inicial. Modular la función cerebral y precisar los circuitos cerebrales del miedo hace parte de algunos de los proyectos que involucra la neuroética. Muy pronto vamos a programar las emociones y la respuesta afectiva definirá nuestro comportamiento.

Acá la neuroética es una realidad que discute beneficios y peligros de las investigaciones del cerebro humano. Los proyectos ambiciosos en los cuales se habían invertido mucho dinero nacen en USA y Europa (Human Brian Proyect y Brain Initiative) que buscan reproducir tecnológicamente las características del encéfalo. Difieren estructuralmente, pero coinciden en crear una dinámica representación de nuestro cerebro. Bienestar de la sociedad, parte de la trascendencia del individuo que habita en el medio.

Es oportuno reflexionar sobre la neuroética pues ella se ocupa del cerebro, órgano encargado de nuestras percepciones, conciencia y sueños…el conocimiento y sus manipulaciones hace parte quizá de lo sagrado y privativo del ser humano. Abrir un espacio para mirar la conducta humana y tratar de comprender a los individuos como personas y a las sociedades como organización es uno de los ejercicios académicos de mayor rigurosidad que no debemos olvidar. La ciencia y sus descubrimientos diarios no se detienen, caminan imparables y quizá la neuroética les exige pausa en alguno de sus hallazgos, mientras nosotros utilizando los reglamentos existentes y las normas éticas vigentes, tratamos de encontrar los beneficios de esta nueva inspiración. La neuroética en neurociencias hace parte del dominio académico que los practicantes del área deben alcanzar pues sin estos lentes vendrán muchos desaciertos.

Diptongo: unos días en paz y con mucho entusiasmo para el 2023.

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