La prensa ha registrado con gran despliegue la sentida muerte de Armando Diego Maradona. Aunque el caso no es sino uno más de los tantos que suceden diariamente, ya que el diagnóstico fue una insuficiencia cardiaca, en su lugar éste ha tenido una gran trascendencia dado el hecho de ser un personaje muy conocido. Un hábil delantero, quien después de marcar estupendos golazos contra los equipos más poderosos del mundo, que le permitió a su equipo Argentino ganar campeonatos mundiales, y convertirse junto con Pele los mejores jugadores de fútbol del mundo, ha puesto de manifiesto el drama de muchos deportistas, en donde muchos de ellos, llegan al estrellato y después de haber llegado le es difícil mantenerse.

Diego Armando, como la mayoría de futbolistas, ciclistas, boxeadores, pesistas, etc. – fue un hombre que por sus excepcionales aptitudes logró surgir, hasta convertirse en el principal goleador y astro del futbol latinoamericano y mundial y además ser requerido por varios clubes profesionales del mundo, y se convirtió en un ídolo. Lamentablemente no cumplió con el gran compromiso ético y moral del modelo de un ídolo, ya que sufrió la tragedia de las adicciones y al parecer no tuvo en su momento la ayuda necesaria para superarse, ni en los diferentes equipos, le pudieron sostener el apoyo que su talento y condición humana requerían.

Es oportuno recordar el informe de la OEA, que la drogadicción debe verse como un problema de salud, y Diego Armando como cualquier adicto no era una escoria social, sino un ser humano que podía recuperarse y convertirse en persona útil para su familia y la comunidad.

Lamentablemente, cuando esos jóvenes, a punta de esfuerzo y talento, logran sobresalir, pero por la limitada formación académica, sin cultura, y levantados muchas veces en ambientes fronterizos no saben manejar el éxito, caen fácilmente en el alcoholismo o la drogadicción, como ocurrió con nuestro Pambelé, Diego Armando y muchos otros.

Deberían los estados a través de los Ministerios del Deporte o la entidad que haga sus veces preocuparse por estos talentos, adoptarlos bajo unas normas que les permita vigilarlos, completarles la preparación académica, así como la formación sicológica, para permitirles desarrollar en un ambiente sano sus aptitudes para el deporte, como se hace en Europa, en Estados Unidos, en Cuba y en otros países.

Hoy, su caso sirve para que reflexionemos seriamente sobre la forma como manejamos el tema de la política de prevención de las drogas en el deporte, y por otro lado la protección a nuestros talentos y cómo hacer para que se conviertan en un modelo, en la estrella que todos debemos admirar y no estigmatizarlos, marginándolos y exponiéndolos al escarnio público.

Por *Agustín Guerrero Salcedo