El mundo está inmerso en una “democracia callejera”. Es decir, ensanchar las vías de la representación para darle paso a una crispación de intereses de quienes gritan en los andenes del planeta y, por supuesto, de Colombia. Es una especie de parlamento ambulante. Un desahogo generalizado, siempre con la mente puesta en reivindicaciones, unas añejas, otras actuales. Pero lo que se añade a esta versión, en plena tercera década del siglo XXI, es la variedad de calles que protestan.

Una senda es la de los sectores que a la antigua desbordan con sus lamentos y peticiones diversas, y a veces entrecruzadas e inaudibles, pero que generan ruido sobre todo en las reivindicaciones consuetudinarias de un país en desarrollo. Son las garantías sociales que un país en condiciones normales debería aportarles a sus habitantes. Esta protesta hace taponamientos de callejuelas, pero también el bloqueo a la carretera Panamericana al sur del país. En otras palabras, este ducto siempre tiene problemas viejos con tácticas igualmente anquilosadas, pero muy organizadas.

Otro camino de protesta novedoso es el de las redes. Mi preferido en esta, mi calle, es Twitter. Permite desde mi casa (estamos en la tercera ola de la pandemia) opinar de lo divino y lo humano sin sentir el calor y el sofoco de peticionarios a la antigua y la refriega de aquellos que cada vez nos acostumbran más al vandalismo urbano. Por mi lado ejerzo mi derecho a quejarme en 240 caracteres y expulsar mi parlamento, unas veces alebrestando a mis seguidores y otras perturbando a mis malquerientes, pero es mi viaducto virtual. ¿Imaginemos lo que podrán hacer los que tienen millones de incondicionales y de adversarios?

La tercera ruta de esta democracia asfáltica son los medios masivos de comunicación. Prensa, radio y televisión hacen su mayor esfuerzo por alzar su voz para informar y contextualizar esta poliédrica autopista de las fake news, la postverdad y los alaridos ideológicos. La cosa esta vez llegó a tal punto que estos últimos días unos atacantes se salieron de su “ruta callejera” y la emprendieron a la usanza de los “comandos chavistas” contra el canal RCN y la revista Semana, que también estaban en su legítima travesía ejerciendo el sagrado derecho a la libertad de expresión.

La cuarta vía es la del gobierno y los políticos. En una democracia representativa, ellos también tienen derecho de participar de la calle, además la obligación constitucional de encontrar las soluciones. Para unos es legítimo, para otros no, lo cierto es que estos estamentos ganaron las elecciones. La reforma tributaria, las molestias acumuladas por años y potenciadas por covid-19 con sus complejas cuarentenas que dejan huellas claras en lo anímico y económico, unido a la expectativa de una vacuna, nos potenciaron para volver a sentir qué es salir a la arena pública.

¿Cuál es su calle?

@pedroviverost