Hoy más que nunca por la situación crítica de Colombia se necesita un estadista para que la gobierne.

El gobierno de Petro no solo desnudó 200 años de corrupción, sino que rápidamente logró involucionar en las malas prácticas que desde el Congreso de la República criticó. Más aún ha sido protagonista de uno de los gobiernos más cuestionados en la historia reciente, el cual para la mayoría que creyeron en el cambio no hace la diferencia con los de otrora.

Si bien es cierto, el gobierno de Petro no creó el déficit social, económico y político que nos agobia en el país. No es menos cierto, que no ha tenido el tino administrativo ni ha protagonizado una gestión de cambio para recuperación de las malas prácticas latentes en la administración pública, política, economía y sociedad. Así mismo, no permite avizorar la solución de los más caros problemas nacionales, -para lo cual fue elegido-, en los 2 años que faltan de su gobierno.

La ausencia de disminución de los índices de: narcotráfico, saqueo a las arcas del Estado a todo nivel, inseguridad, hambre, pobreza, corrupción, devaluación del peso e inflación, entre otros, son indicadores claros de la imperiosa necesidad de elegir un estadista en 2026, quien tenga como tarea sacar a Colombia de su estado agónico.

Un estadista no es cualquier político que se levantó con la idea en la cabeza o le dijeron que podía ser presidente. Winston Churchill, hace claridad de la siguiente manera: “El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”. La RAE define al Estadista como una “persona con gran saber y experiencia en los asuntos del Estado”.

Considero que el estadista, su familia, socios políticos, empresas y amigos, deben estar revestidos de autoridad moral. El estadista debe tener una vida pública y privada blindada desde lo ético para así convertirse en un referente social prístino.

Infortunadamente la coyuntura política no muestra el estadista para enfrentar los desafíos que Colombia requiere. El bajo nivel cognitivo, propositivo, experiencia, ética y bajas pasiones de quienes posan de presidenciables son inaceptables.

La histeria y el fanatismo político reemplazan vergonzantemente en los “presidenciables”, la ponderación, conocimiento, autocontrol y serenidad, propios del estadista que necesita Colombia.

Lo decía Churchill “un fanático es alguien que no puede cambiar de opinión y no quiere cambiar de tema”. Lo grave es como irresponsablemente día a día se le está inoculando el fanatismo a los colombianos. Colombia necesita un estadistas que piense en las próximas generaciones y no politiqueros que piensen en las próximas elecciones.

@orlandocaba