Los invito desde esta columna al VI Congreso Internacional de Literatura: Álvaro Cepeda Samudio y Hazel Robinson, evento gratuito que este año reflexiona sobre la obra de dos grandes exponentes de las letras del Caribe colombiano. Las jornadas, que se realizarán del 5 al 7 de octubre en el campus de la Universidad del Norte, contarán con la participación de invitados nacionales e internacionales, la presencia de la propia escritora Hazel Robinson, Tita Cepeda, el pintor y escritor colombiano Fabio Rodríguez Amaya, naturalizado en Italia y coordinador científico de la edición crítica de la obra literaria de Álvaro Cepeda Samudio. Lo que sigue, es un breve fragmento de la conferencia «Leer a Cepeda Samudio, aquí y ahora», que presentaré la próxima semana:

Durante mucho tiempo, quizá deba escribir durante demasiado tiempo, una de las tendencias más consolidadas de los estudios literarios consistió en tratar de reconstruir lo que podríamos llamar la conciencia creadora y las condiciones de producción de una obra en particular para aproximarse tanto como fuera posible a la comprensión de su sentido verdadero. Esto de «sentido verdadero», sin embargo, exhala irremediablemente un tufillo a texto sagrado, a inspiración divina, a sentido definitivo, inmutable. Me parece que fue un ciego argentino quien señaló que esta actitud solo debería corresponder a la religión o al cansancio. Acaso por ello, hoy quisiera alejarme del mito, y en el marco del presente congreso, intentar poner en palabras sencillas, profanas y provisionales, la deslumbrante experiencia intelectual que supone, al menos para mí, leer a un escritor como Álvaro Cepeda Samudio, aquí y ahora.

Quisiera comenzar por decir que me centraré en el escritor de ficción, pues, como es bien sabido, Cepeda repartió su talento en otros importantes oficios que ahora bien podrían considerarse complementarios. «Lo anterior impone recordar —como dice Fabio Rodríguez Amaya— que en su corta e intensa vida, Álvaro Cepeda Samudio fue escritor, periodista, cineasta (y varias cosas más), y en todas y cada una de las actividades que emprendió fue tan brillante como en la escritura, que es lo que aquí interesa».

Así pues, intentaré en estas líneas distraerme de su leyenda, del exótico y consabido anecdotario que han construido alrededor de su nombre «la gran mayoría de sapos que brincan a nuestro alrededor», como dice el audaz narrador de Los cuentos de Juana. Aquellos que, sin haberlo leído, ceden a la irresistible tentación de hablar, opinar y pontificar sobre Cepeda, es decir, sobre el mito, el incansable miembro del no menos mitológico Grupo de Barranquilla, cuando lo verdaderamente importante sigue siendo su obra, breve, entrañable, singular, irrepetible. Esa espléndida lección de transmutación poética y purificación alquímica, de la que hablaba García Márquez.

El primero de los pasos para aproximarse a la obra de ese contrabandista de sueños que es Álvaro Cepeda Samudio, conducirá al lector al vestíbulo de un bar, a un libro de cuentos publicado hace 68 años, pero que con cada nueva lectura parece reverdecer. «Todos estábamos a la espera es para mi modo de interpretar las cosas —escribió Gabito, en su momento— el mejor libro de cuentos que se ha publicado en Colombia. A otros —tal vez a la mayoría— parecerá discutible esta afirmación. Pero sin duda todos estarán de acuerdo en que es el más interesante».

Los espero…

oaraujo@uninorte.edu.co