Los hechos registrados esta semana demuestran que la ciudadanía está cansada de los abusos policiales y de la fuerza pública en general, instituciones que quedaron ancladas en la guerra fría y siguen pensando que los ciudadanos son el enemigo interno que hay que combatir, frente a esto 4 reflexiones.

Primero; Esta inconformidad tiene un contexto desde el 21 de noviembre cuando vimos en video la cantidad de abusos y violencia por parte de la policía frente a los ciudadanos, el asesinato de Dilan Cruz, videos reiterativos de abuso de poder frente a comerciante informales en las calles, y ahora ver un ciudadano totalmente indefenso en el piso suplicando que no lo agredieran más y ver la sevicia de dos policías aplicando descargas de la pistola taser. Este contexto con toda razón desencadeno la indignación nacional.

Segundo: Estos no son casos aislados o manzanas podridas acá de fondo hay un problema de doctrina dentro de la policía y las fuerzas militares que siguen pensando en la lógica de la guerra fría del enemigo interno, eso los lleva a ver a los ciudadanos en dos bandos, los buenos y lo malos, los buenos son los que los respaldan en todo los llaman héroes y guardan silencio frente a temas de corrupción y violaciones de los derechos humanos, y los malos quienes los critican o cuestionan a quienes estigmatizan como amigos del terrorismo y de las Farc, propio del discurso uribista.

Tercero; Impunidad. El asesinato de Dilan Cruz o Harold Morales son el mejor ejemplo de impunidad, donde han intentado por todos los medios llevar el caso a la justicia penal militar donde es conocido que frente a este tipo de casos la impunidad es total.

Cuarto; roles y funciones, el conflicto armado ha hecho que tengamos una policía militarizada, desde su doctrina hasta su equipo, una policía con escuadrones jungla, en operaciones en la mitad de la selva hizo que tuviéramos un ejército más que un cuerpo civil armado como lo dice la constitución, hecho que derivó que el imaginario del policía contraguerrilla sea el norte institucional, y hoy tenemos policías en las ciudades que actúan bajo esa lógica y no como el policía mediador entre los ciudadanos y defensor de los derechos humanos.

Quinto; un gobierno encubridor. Hemos escuchado de manera repetitiva ante estos casos las frases de Cajón del presidente y del Ministro de Defensa de rechazo y de “investigaciones exhaustivas” que evidentemente lo único que buscan es apagar los incendios como las chuzadas y perfilamientos del Ejército pero que en realidad no va a quedar en nada y solo buscan encubrir a los responsables. ¿Con este escenario la pregunta es qué hacer? Primero una reforma estructural en la fuerza pública frente a su doctrina, salir de las lógicas de la guerra fría del amigo enemigo y poder empoderar a la fuerza pública frente a los derechos humanos como su norte misional y no que lo sigan viendo como una piedra en el zapato. Segundo dejar que los procesos judiciales frente a estos asesinatos lleguen directamente a la Fiscalía General de la Nación para garantizar un debido proceso que dé garantías de justicia y elimine todos los mantos de impunidad. Tercero. Una policía y fuerzas armadas que reconozcan que su mayor activo más allá de equipos armas o poder es la legitimidad frente a los colombianos, legitimidad que la han venido perdiendo con todas estas violaciones a los derechos humanos.