El ciclista Fernando Gaviria lo dijo claro: el apoyo a los deportistas en Colombia llega tarde. En plena época de Juegos Olímpicos y tras el fervor de la Copa América, cuando el deporte parece ser lo único que nos une, nos enfrentamos a un duro golpe: la reducción del 66% en el presupuesto deportivo, pasando de 1,3 billones en 2024 a 400 mil millones en 2025. Esta actitud revela la visión estrecha y limosnera que tenemos hacia el deporte, viéndolo solo como una fuente de orgullo temporal y una oportunidad fotográfica para los políticos de turno.

Este enfoque en la política pública deportiva tiene que cambiar. El deporte no es solo un generador de medallas, sino un potencial motor de ingresos y empleo. En Estados Unidos, por ejemplo, la industria del deporte y entretenimiento deportivo representa entre el 5% y el 7% de su PIB, mientras que en Colombia apenas alcanza el 0,25%. ¿Qué podría lograr el país con el apoyo y enfoque que este sector merece?

El deporte como negocio ofrece oportunidades inmensas, no solo para los atletas, sino también para toda la cadena de valor que lo rodea: logística, derechos deportivos, turismo, apuestas, esports, y mucho más. Desde lo local, podemos convertir esta industria en un gran generador económico, sin dejar de ser un camino para que nuestros atletas logren la gloria deportiva.

El entretenimiento deportivo es un motor económico global, y es hora de que Colombia se suba a esta dinámica. Para 2027, se estima que el mercado deportivo superará los 623 billones de dólares. Imagínese lo que sería sacar una tajada de esa participación. Los Juegos Olímpicos de Tokio generaron 7.6 billones de dólares, mientras que aquí dejamos pasar la oportunidad de albergar los Panamericanos. Todo el mundo está conectado al deporte, es el entretenimiento por excelencia, pero como bien lo señala Don Fuad Char, en Colombia ni siquiera hemos logrado rentabilizar el negocio del fútbol.

El deporte genera turismo, y lo hemos comprobado en el Atlántico con las paradas del mundial de kitesurf en 2022 y 2023. Las playas de Salinas del Rey, en Juan de Acosta, se llenaron con seis mil visitantes, generando un impacto económico de alrededor de 10 mil millones de pesos en su última edición.

No podemos seguir cerrándole la puerta al deporte. Lo que Colombia experimentó con la final de la Copa América es incomparable. El deporte es un diamante en bruto, no solo por su potencial económico, sino también por su impacto en la salud física y mental, la cohesión social, y la promoción de valores como el trabajo en equipo y la resiliencia. Sin embargo, parece que aquí no estamos viendo el diamante. Es hora de que el Estado adopte una visión del deporte que vaya más allá de simples ayudas para competencias; los beneficios son infinitos y trascendentales. Tenemos el talento y el potencial para ser grandes, no lo desperdiciemos.