Si viviéramos en el multiverso, estoy seguro que el Petro senador estaría haciéndole oposición al Petro presidente. Y es que, en política, la coherencia es esencial. Gustavo Petro, durante los últimos 40 años ha sido un defensor incansable de sus ideales, por eso es que llegó a donde está. Pero ahora parece enfrentar una paradoja como presidente, contraviniendo lo que defendió durante toda su carrera política. Estamos viendo la otra cara de la moneda, estamos viendo cómo el poder confunde hasta a las personas más firmes en sus convicciones.
Como senador, Petro se destacaba por sus denuncias a la corrupción. Fue crucial en denunciar el carrusel de la contratación en Bogotá durante la administración de Samuel Moreno, a pesar de que pertenecían al mismo partido. También lideró debates en el Senado sobre el caso de Odebrecht. Sin embargo, como Presidente, la sombra de la corrupción lo persigue: con aportes dudosos a su campaña, los sobrecostos en los carrotanques para la Guajira, y más recientemente las irregularidades en la compra de predios para la reforma agraria. Sea a sus espaldas o no, ya nunca más podrá decir que es un adalid anticorrupción, porque él liderando, ha demostrado que no tiene la capacidad para enfrentarla ni para denunciarla de frente como lo hacía en el pasado.
Como senador, Petro denunció incansablemente las masacres y asesinatos de líderes sociales, y criticó a los grupos paramilitares, siendo pionero en las denuncias de la "parapolítica" en 2005. Sin embargo, según cifras de Indepaz, en 2023 se registraron 188 líderes asesinados (uno más que en 2022) y 94 masacres (el mismo número que en 2022). Ahora como presidente, no solo sigue culpando a la oposición por el fracaso en manejar estas masacres y asesinatos, sino que desconoce sus realidades y peor aún, otorga prebendas a estos grupos, inclusive ordenando la liberación de Salvatore Mancuso, a quien él mismo denunció en 2005.
Como senador, Petro abogó por la relevancia de las minorías, de la discusión política, para siempre dejar constancia histórica en los anales del congreso de su pensamiento, más allá de que las aplanadoras en esos momentos le ganarán con votos las discusiones. Pero como presidente, desestima su importancia, debilitando la democracia, aprobando reformas cruciales, como la pensional, sin la debida discusión en el Congreso, arriesgando su anulación por la Corte Constitucional, como ya le ha ocurrido con otros temas.
No sé si es la locura del poder, pero lo que estoy seguro es que no podrá culpar a nadie de lo que venga, ni argumentar que son golpes blandos o duros, ya que él mismo ha demostrado que el poder puede acabar con la coherencia en el afán de alcanzar objetivos a toda costa. ¿Dónde está ese Petro senador, coherente durante tantos años? ¿Qué le diría al Petro presidente?