Hace exactamente un año nos empezaba a ‘golpear’ la Navidad. Nos comenzábamos a dar cuenta que ese diciembre definitivamente no traería consigo las tres de ‘las cuatro fiestas’ que normalmente traía, nos percatábamos que ‘el corre corre’ en las calles ya no sería el mismo, y nos aceptábamos a nosotros mismos que esas esperanzas que guardábamos de poder pasar unas festividades rodeados de toda la familia, se esfumaban. Diciembre llegaba, y con él, a todos nos daban ganas de que el año se acabara.

Por eso es que es más que natural que haya tanta sed de celebración esta vez. La gente está decorando con ánimo antes de tiempo (hace poco hubo toda una ‘polémica’ porque había quienes comenzaron a decorar en octubre), está planeando con ansias los festejos que se acercan, está comprando ‘la pinta pal siete’, está soñando con un 24 sin ‘toque de queda’, y está añorando un fin de año dónde se pueda bailar hasta el amanecer. Sin embargo, como siempre, no todo puede ser perfecto, ¿cierto?

Ahora la ‘cuarentena’ que nos tenía desesperados hace 365 días lleva otro nombre. Uno al que a pesar de estar ya ‘mal acostumbrados’ a que esté presente todo el año, y a que para esta época se intensifique, ha llegado a niveles tan descomunales, que tiene a toda la población ‘al vilo’.

La delincuencia común está acabando con la paz que supuestamente trae esta época decembrina. La inseguridad a la que estamos todos expuestos, nos tiene sin saber qué hacer. Te atracan si vas en bus, te atracan si vas en taxi, te atracan si estás caminando, te atracan si vas en tu carro, te atracan en los Centros Comerciales, te atracan a la entrada de la universidad, te atracan a la salida del trabajo, y te atracan en la puerta de tu casa, sin importar a qué estrato social esta pertenezca. En todas partes corres el riesgo a que te asalten, ¿hasta cuándo la seguridad va a ser un privilegio y no una certeza?

Y tal cual como sucede cada vez que hay ‘aleadas’ de robos (aunque sinceramente, ya esto no parece una ola, sino como un ‘fenómeno del Niño’), nos enfrentamos a que los índices de asesinatos suban. Y bastante.

Víctimas inocentes que tienen nombre, familias, estudios, trabajos y sueños por cumplir, les son arrebatadas sus vidas por algo tan sencillo a veces como un celular. Víctimas que se convierten en un número, en una simple estadística más. Víctimas que se acumulan sin que pareciera que pudiéramos llegar a una solución permanente.

Porque hoy son personas que quizás no conozcas, pero mañana fácilmente puedes ser tú o alguien a quién ames.

Porque ya todos somos: ‘el blanco perfecto’.

PD: Esta columna está dedicada a Ani Arrieta, su familia, amigos y todos las que la quisieron. Una médico de 37 años a la que injustamente, la vida no le alcanzó para todo lo que quería hacer con ella. Solo espero que su crimen no quede impune, y que a pesar de todos los vacíos y toda la corrupción que hay en nuestro sistema, se haga justicia. Porque como ella, hoy son miles.