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En manos del robot

Tal cual como me lo indicó un empleado de Instagram, respondí el mensaje inicial apelando que realmente no era una amenaza de muerte, pero el ‘robot’ negó mi solicitud y siguió adelante con ‘la sanción’. De repente, si alguien intentaba buscar mi usuario, no aparecía, lo que para un creador de contenido, es bastante perjudicial.

Esta semana me tocó defenderme frente a un robot, y luego de vivir esta experiencia de primera mano, debo decir que he quedado un poco angustiada frente a lo que supone el futuro. Hace unos años tomé la decisión de ser creadora de contenido digital, y aunque me he enfrentado a muchos retos que me han generado muchas dudas, creo que esta es la primera vez en la que realmente siento que no entiendo hacia dónde nos va a llevar este mundo ‘deshumanizado’.

Todo comenzó el sábado pasado. Mi esposo y yo habíamos estado más de dos horas recorriendo los caminos de una montaña cerca al río Palomino, y como es usual en mí, había ido documentando la experiencia a través de mis ‘historias’ en Instagram. Las cosas transcurrían normalmente, hasta que recibí un mensaje bastante alarmante de parte de la plataforma en la que se me informaba que una de mis ‘historias’ había sido eliminada por ir en contra de las normas de la comunidad.

Aparentemente, ‘el robot’ (al que todo el mundo le llama ‘el algoritmo’) había detectado una ‘amenaza de muerte’, y por ende, corría el riesgo de perder mi cuenta de más de 640 mil personas en ese momento. Cuando revisé el video, descubrí que efectivamente había escrito encima de él, la frase: ‘lo iba a matar’, pues habían pasado 45 minutos desde que había iniciado la caminata, y mi esposo no me había permitido tomarme un descanso. Sin embargo, y quiero que quede absolutamente claro en esta columna, no lo expresé en el sentido literal. No quiero asesinar a nadie. Es una forma de hablar, una manera muy exagerada de decir las cosas, pero no es una declaración de muerte.

Ahora, está claro que incurrí en un error, pues el ‘robot’ no tiene por qué entender de sarcasmos o de hipérboles, ni tiene por qué saber distinguir entre ironías y frases literales, ahí no es dónde radica mi queja.

Por el contrario, me parece bien que cada vez más tanto Instagram como las otras plataformas estén pendientes de que todo lo que se comparta ahí dentro sea legal y censurado, y que, por ende, sancionen a quienes violen las normas. Sin embargo, en lo que no estoy de acuerdo, es en el hecho de que no exista la posibilidad de que frente a una injusticia, el ser humano pueda hacer algo.

Tal cual como me lo indicó un empleado de Instagram, respondí el mensaje inicial apelando que realmente no era una amenaza de muerte, pero el ‘robot’ negó mi solicitud y siguió adelante con ‘la sanción’. De repente, si alguien intentaba buscar mi usuario, no aparecía, lo que para un creador de contenido, es bastante perjudicial.

Ante este escenario, el empleado me dijo lo siguiente: “entendemos tu situación, pero desafortunadamente, no hay una forma manual de ayudarte con tu caso. Debes convencer al algoritmo de que tu contenido no es peligroso para la sociedad”. Pero lo curioso del asunto, es que nadie sabe cómo es que realmente se hace esto, ni cuánto puede demorar ‘el castigo’. Nadie sabe nada y nadie puede hacer absolutamente nada.

Y aunque entiendo que ‘no es el fin del mundo’, lo sucedido me deja una gran reflexión. ¿Estamos listos para dejar todo en manos de las máquinas? ¿Estamos listos para ‘deshumanizar’ por completo todos los sistemas? ¿Estamos listos para un mundo en el que nada podamos hacer?

Espero que sí, porque después de esta semana, hacia allá es a dónde vamos.

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