Me prometí a mí misma que en el 2019 no iba a utilizar esta columna para hablar de política, pues quería que este espacio fuese mucho más que críticas, que quejas, que polarizaciones y que apasionamientos por políticos. Sentí que mi columna debía ser para que los lectores se inspiraran, para dar a conocer las buenas causas, para hablar sobre soluciones a las indignaciones y evitar así escribir para destilar la rabia.
Sin embargo, hay veces que me cuesta no hacerlo, ya que inevitablemente suceden cosas que me ‘obligan’ de cierta manera a decir lo que pienso al respecto para poder hacer una buena reflexión sobre el asunto. Esta semana sucedió un hecho que sacudió la política nacional, el Consejo de Estado anuló la votación que obtuvo el senador Antanas Mockus y las redes sociales estallaron.
Pues Mockus, quien sacó la segunda votación más alta de la nación y quien ha cultivado una carrera basada en ser irreverente, a la vez que impulsando la educación y la cultura ciudadana, tiene su curul tambaleando y hay muchas personas a las que esto no les parece. Desde que fue anunciado, he visto cómo muchos periodistas al igual que ‘twitteros’ reconocidos, se han dedicado a resaltar que no entienden cómo puede ser posible que una persona como Mockus esté en la situación en la que está y cómo siguen tantos corruptos aún sentados ahí, que no comprenden cómo a alguien como él, que siempre ha ido en contra del ‘sistema’ que lo único que hace es lucrar a una ‘red de hampones’, le pueda estar sucediendo esto y que no les cabe en la cabeza cómo la justicia solo sirve para castigar a los ‘buenos’.
La verdad es la siguiente, nos guste o no, con intención o sin ella, ante la ley, los hechos presentes son los únicos que importan. Y en este caso específico, así el senador no estuviese actuando como director, y a pesar de que dice que delegó todo funcionamiento de la ‘Corporación Visionarios por Colombia’ a otros, jurídicamente Antanas Mockus era el representante legal de una empresa que era contratista del Estado y, automáticamente, esto significa que debía quedar inhabilitado por no haber ‘resuelto esa situación en papel’ hasta seis meses antes de su postulación. Sí, para sus votantes debe ser doloroso ver cómo su representante está en la ‘cuerda floja’ por la ‘letra menuda’, pero la realidad es que la desilusión no la tienen por qué ‘coger’ contra el Consejo de Estado, sino contra el senador, ya que es increíble que luego de tantos años de carrera política, de tanto tiempo en esto, de tantas décadas sirviéndole al país, haya dado ‘semejante papaya’.
No me malinterpreten, a mí me gusta Antanas Mockus, me parece que a pesar de sus excentricidades y de que un par de veces le ha costado dejarse el pantalón puesto, tiende a ejercer un control político necesario. Admiro de él que cuente con algo que poco se ve en el Congreso de la República, la capacidad de tener votos de opinión, al igual que aplaudo su discurso enfocado en el diálogo y en la importancia de la educación. Pero en este mundo, especialmente en ese político en el que se mueve él, con tanta hambre y sed de poder, uno no puede dejar absolutamente nada al azar, y él cometió el grave error de hacerlo.
Porque papaya puesta, papaya partida.