Estamos viviendo unos momentos muy confusos. Con la disputa entre rusos y árabes, que añadió una innecesaria tensión al ya turbulento panorama que había suscitado el debut del virus de marras, el sentimiento de descontrol está llegando a niveles que merecen una atención inédita. Las aerolíneas, los hoteles, el entretenimiento, las interacciones sociales, las divisas, todo se está viendo afectado de formas que no terminamos de entender cuando ya mutan nuevamente. Un día confirmamos algún plan y al siguiente nos toca deshacerlo; la certeza, tan valiosa como ignorada, nos está abandonando paulatinamente.
Pocas veces, acaso ninguna, se había visto una crisis tan compleja como esta que nos empieza a golpear. Ni siquiera las dos grandes guerras del siglo pasado, tan cruentas y despiadadas, habían logrado desestabilizar el planeta con tanta rapidez y eficacia, generando una desazón que probablemente se nutre de tantas décadas de tranquilidad previa, por lo menos en la mayor parte de Occidente. Al acostumbrarnos a tener todo más o menos bajo control, me parece que hemos descuidado las habilidades necesarias para comprender y darle manejo a las situaciones caóticas. Quizá por eso se acaba el papel higiénico en Australia, la pasta en Italia o el gel desinfectante en Colombia, perplejos y desorientados, la mayoría de los ciudadanos buscan aferrarse a cualquier cosa que les recuerde la tranquilidad que se va diluyendo.
Es entonces cuando se requieren liderazgos decididos. Sin tener mayores referencias de las que poderse guiar, preparados o no, les tocó a los gobernantes de turno, y a nosotros, enfrentarnos a este gran lío. Conviene entonces que se definan prioridades, se establezcan canales de comunicación y que se hagan declaraciones que informen, guíen y que no confundan más. No valen ya eufemismos ni frases de consuelo, hay que procurar ser diáfanos, contundentes y tomar decisiones que no persigan nada diferente a propiciar el bien común, que deberá ahora más que nunca estar por encima de cualquier otra cosa.
Vamos a ver si estamos a la altura que reclaman las circunstancias. Funcionarios de toda índole, alcaldes, gobernadores, ministros, senadores, el presidente y, por supuesto, todos los ciudadanos, debemos procurar pensar sin egoísmos por una vez en este atribulado país. Buen momento para recordar una frase de uno de los grandes líderes que ha visto la historia, Winston Churchill, al dirigirse a los ingleses, atemorizados y expectantes, en medio de la Segunda Guerra Mundial (la mediocre traducción es mía): “Este no es momento para los facilismos y la comodidad, es hora de atreverse y aguantar”. Perdonarán la obviedad, pero si todos ayudamos y aportamos nuestra necesaria cuota de sacrificio, será más fácil superar las adversidades que se vienen.
Más Columnas de Opinión
¿Qué hacer con las tarifas de energía en la región Caribe?
Las altas tarifas de la energía en el Caribe son un problema social. La afirmación de que mes a mes cientos de miles de familias comen o pagan la luz no es lejana de la realidad. El recibo se puede llevar la cuarta parte de los ingresos de las f
Un faro de esperanza para la juventud
En medio del vendaval de desafíos que enfrenta la juventud contemporánea, marcada por la sombra ominosa de trastornos mentales que irrumpen cada vez más temprano en sus vidas, surge la necesidad imperiosa de tenderles una mano firme, de ofrecer
Café entre Evas
“Qué habría sido de las mujeres en el patriarcado sin el entramado de mujeres alrededor, a un lado, atrás de una, adelante, guiando el camino, aguantando juntas. ¿Qué sería de nosotras sin nuestras amigas? ¿Qué sería de las mu
Para el Descanso
La revisión de los titulares de prensa, o de cualquier otro medio de comunicación, se ha convertido en una seguidilla de sobresaltos. Quizá sea porque en estos tiempos todo se actualiza permanentemente, o porque la dependencia del clic induce l