
La aguda crisis que afronta Venezuela tiene tres aristas fundamentales, la política, la económica y la social, con una gran imbricación entre ellas tres. Desde 1999 empezó a gestarse en Venezuela lo que denomina acertadamente el sociólogo argentino O’Donnell la ‘democracia delegativa’, que llevó a los venezolanos a delegar todo el poder de decisión en las manos de un líder mesiánico, carismático y providencial, como lo fue en vida Hugo Chávez Frías. Y ello fue posible por el desencanto del pueblo a consecuencia de la corrupción y el desprestigio de la política y de los políticos tradicionales.
Es bien sabido que la política es la expresión concentrada de la economía, no se pueden separar la una de la otra, pretender separarlas sería como intentar aplaudir con una sola mano. La economía sigue la suerte de la política y viceversa. La política económica durante el largo período de la llamada ‘revolución Bolivariana’ ha sido un desastre, pues lejos de superar las dolamas que agobiaban a la economía a consecuencia de su total dependencia del petróleo, se acentuaron. Sus exportaciones de crudo representan el 96% de las exportaciones totales y de allí que mientras el precio del mismo superaba los USD100 el barril, la bonanza de los petrodólares alcanzaba para dar y convidar.
Pero, como bien dijo Warren Buffet, “cuando baja la marea se sabe quien nadaba desnudo” y eso pasó con Venezuela. Después de exportar crudo a USD246,50 el barril en junio de 2008, el crudo llegó a rozar los USD25 en enero de 2016, para luego repuntar en el 2017 hasta alcanzar el precio promedio de USD52,10 el barril, muy lejos de los añorados USD100. El impacto de la destorcida de los precios en su balanza comercial y en sus finanzas públicas ha sido demoledor, tanto mayor en cuanto que al desplome de los precios se vino a sumar la caída de la producción, desde los 3,4 millones de barriles/día en 1998 a los 1,83 millones en noviembre de 2017.
Este descalabro de la industria petrolera en cabeza de la estatal Pdvsa ha arrastrado a la economía, hundiéndola en una profunda recesión, en la que se combina una caída del crecimiento del PIB del 15% en el 2017 con una hiperinflación sin par en el hemisferio de 2.616% (¡!), Venezuela es el único país en el mundo con inflación de cuatro dígitos. El férreo control de precios por parte del Gobierno, la intervención del mercado y las medidas confiscatorias que se han tomado solo han servido para provocar el desabastecimiento de los productos básicos y el saqueo del comercio por parte de turbas enardecidas.
Es tanta la desmesura que de muy poco les ha servido a quienes devengan el salario mínimo en Venezuela que en el transcurso de 2017 se lo hubieran reajustado 6 veces (¡!) y que arrancara el 2018 con un primer reajuste del 40% (¡!). Es un hecho que la economía venezolana ha implosionado y le tomará mucho tiempo reponerse.
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