La elección de Gabriel Boric como presidente de Chile para el periodo de 2022-2026, desafortunadamente parece mostrar vientos a favor de ciertos candidatos políticos de la región, entre ellos Lula y Petro. Pero aunque alrededor de la joven figura se ha tejido una suerte de “mitos”, que rayan en un idealismo populista, en la práctica lo que importa son los hechos y ad porta de comenzar su mandato, hay algunos indicios que advierten sobre la peligrosidad de algunas de sus políticas en materias de libertad: 

La primera y más controvertida política se relaciona con el fundamento mismo de la democracia: la libertad de expresión. En el plan de gobierno del candidato figura como elemento central una ley de medios, a partir del establecimiento de un organismo estatal que revise y supervise los contenidos de los distintos medios. Una legislación con estas características solo se ha implementado en dictaduras como la soviética, la Alemania nazi y más recientemente en Venezuela, y con el tiempo, ha servido para silenciar a los opositores políticos. Paradójicamente, durante la campaña presidencial el Colegio de Periodistas (organización sindical) decidió romper con la histórica neutralidad y brindar abierto apoyo al entonces candidato.

Una segunda libertad, sin la cual no puede existir desarrollo es la económica. Boric, que se ha presentado asimismo como a la izquierda del partido comunista, defiende la nacionalización de las empresas, el proteccionismo de los mercados y el control de precios como herramienta para controlar la inflación y el encarecimiento del costo de vida. Como si no fuera suficiente, la convención constitucional (encargada de redactar la nueva constitución) donde su coalición goza de amplia mayoría, aprobó la semana pasada la expropiación como una forma legitima de dar respuesta a la crisis habitacional. Si a eso le sumamos sus intentos para acabar con la neutralidad del Banco Central, subordinándolo al poder ejecutivo, tenemos verdaderas razones para creer que Chile pronto dejará de ser lo que un día Sebastián Piñera llamó “el oasis de América”, no en vano Oscar Garretón, exsubsecretario de economía de Allende sostuvo recientemente “están condenando a Chile a la miseria”.

Finalmente, ninguna democracia puede sustentarse cuando no hay Estado de Derecho. Lamentablemente, el presidente electo y su gabinete legitiman la violencia como un método de acción política, abogan por una amnistía incondicional a quienes llaman “presos políticos”, lo que Human Rights Watch ha desestimado reiteradamente, y han sido incapaces de condenar atentados terroristas, como la quema a más de 20 casas en territorio rural solo en el mes de enero. El nombramiento de sus ministros, que ha estado marcado por un enfoque etario, donde los “sub35” han predominado, no debe llevarnos a olvidar que la historia no comienza con los más jóvenes, que hay lecciones que aprender y una de ellas, es la defensa de la libertad. Aprendamos de la experiencia chilena.