Hace unos meses, cuando el mandato presidencial comenzaba en Perú, vi una entrevista del conocido periodista Fernando del Rincón a Pedro Castillo. Era la primera que daba a medios internacionales, él mismo afirmaba que no lo había hecho antes porque se había sentido muy "maltratado" en campaña. Me pareció raro, por decir lo menos. No son salidas propias de un Presidente. En ese espacio de CNN también el dirigente afirmaba que a él no lo habían "entrenado" para gobernar, que estaba aprendiendo. Todo lo que respondía parecían respuestas de un primíparo.
¿Quién es Castillo? Es un dirigente de izquierda, sindical, maestro. Desconocido por la élite política y económica de Lima. Uno de estos personajes antisistema que le queda muy fácil conectar con el pueblo porque dice lo que quieren escuchar. Sin experiencia previa administrando lo público llegó a liderar el país. De allí que, en su ignorancia, los ministros entren y salgan de su gabinete como si de un juego se tratara. Al ser cuestionado por tantos cambios en su equipo en poquísimo tiempo, dio su respuesta habitual: "estoy aprendiendo". Terrible, desde donde se le mire.
El sistema político peruano ha sido muy inestable en las últimas décadas, eso sumado a los intereses del legislativo que son muy diferentes a los del ejecutivo de Castillo y su gran torpeza para entender y navegar las dinámicas del poder público; tienen al país sudamericano en una permanente crisis. Es como si su periodo aún no comenzara, transitan un limbo en el que los más afectados son los ciudadanos. En vez del Presidente estar trabajando por materializar alguna promesa de campaña, se le han ido los días en el mero intento de conformar algo así como una coalición de gobierno.
Aunque el problema de Perú viene desde mucho antes… hablemos de la campaña electoral, el electorado se quedó casi que sin alternativas. Porque en democracia no votamos por lo que queremos en un universo infinito de opciones ideales, sino que elegimos dar nuestro voto a una de las posibilidades en una baraja limitada. Es esa una de las grandes complejidades de la realidad democrática. ¿A quién tenían los peruanos en la otra esquina? A Keiko Fujimori.
El fujimorismo 2.0 y sus prácticas de la corruptela tradicional tampoco eran una mejor opción ante la vasta inexperiencia de Castillo. Keiko prometió que de llegar al poder indultaría a su padre Alberto, símbolo de la debacle política peruana. Además de extremista en varias de sus posiciones, una mujer que ha tenido líos con la justicia. En fin, que la nación vecina no tenía mucho de dónde escoger. Incluso, cuando uno de mis escritores favoritos, Mario Vargas Llosa salió a pedir el voto por ella, yo escribí una columna en la que explicaba que, si bien entendía que podía ser el mal menor, no me dejaba de generar algo de asco sus posibilidades de triunfo.
Al final ganó Catillo y Perú está como está. Las protestas en las calles no son contra el Presidente mismo, sino por la inflación excesiva que están enfrentando -realidad no ajena al resto de Latinoamérica-. El problema es que el mandatario que debe saber manejar ese difícil momento es uno que apenas está “aprendiendo” junto con un gabinete que ni él mismo sabe cómo defender.
@kdiarttpombo