El otoño del patriarca
El expresidente merece todas las garantías al debido proceso y de seguro las tendrá. No se rendirá ni claudicará, es un hombre formado para no hacerlo. Sin embargo, tirios y troyanos tendremos que coincidir en que, en este episodio, el patriarca ha demostrado por qué lo fue. Su reacción ha sido ejemplar, aunque la de los que lo rodean políticamente no.
El título de esta columna que ustedes leen cada martes siempre me supone un reto. Lo pienso y le doy vueltas, a veces, más que al mismo contenido. Sin embargo, desde que tuve claro el tema al que me aproximaría en estas líneas supe cómo debía titular. “El Otoño del Patriarca”, tal y como llamó Gabo a una de sus obras más emblemáticas. Para mí, una de las más difíciles de leer, pero de las más ricas. Narra lo que pasa por la mente de uno de esos hombres de poder de los que abundan como plaga en Latinoamérica, de esos que están convencidos de que sus patrias los necesitan y que están llamados a salvar. De esos que envejecen, pero no lo quieren aceptar, de esos que pierden pertinencia en el mundo político del que un día fueron protagonistas; sin embargo, se niegan a aceptar que en sus últimos años de vida juegan un papel bastante secundario por no decir que ornamental.
La psiquis de los políticos (y políticas, porque también son evidentes los mismos comportamientos en las mujeres que han sido poderosas) es sumamente compleja y no será lo que abarque en este texto, pero algo que es necesario dejar claro es que usualmente –la mayoría de las veces– no envejecen bien. Parten de la negación absoluta de que han perdido el poder. Y explicando, o más bien retratando a este tipo de personajes, García Márquez es un maestro en su obra, la que le da título a esta columna. Ahora bien, Álvaro Uribe Vélez parecía ser la excepción a la regla, una especie de patriarca al que no le llegaba su otoño. Pero como la naturaleza no perdona, le llegó. Sin embargo y sorprendentemente para quien escribe esto: le ha sentado bien.
Sí, en esta etapa, en la que los expoderosos enloquecen porque los supera la fatídica realidad en la que ellos ya no son tan importantes, resulta que Uribe Vélez ha resultado ser el más sensato de su entorno. Un ejemplo perfecto ha sido su reacción ante la Corte. Ha acatado el fallo. Se defenderá en derecho. Dirán algunos que él astutamente está dejando que su partido lo defienda mientras parece un ser imperturbable en El Ubérrimo, pero lo dudo, si algo es el expresidente es un brillante político, y no cometería los errores en los que hoy caen sus copartidarios. Desde Duque siendo militante de una colectividad y no presidente de los colombianos en una entrevista televisada en prime time, hasta Paloma Valencia proponiendo una Constituyente de manera reactiva (y ojo, creo que la senadora es de lo mejor que tiene el CD).
Incluso el gran rumor de Palacio esta semana, según cuentan los medios nacionales, es que el Centro Democrático no quiere ya a Margarita Cabello en la terna a procurador porque no se ha pronunciado formal y oficialmente a favor de Uribe Vélez. Si esto es cierto –y parece serlo– el otoño le ha golpeado más duro al uribismo que a Uribe. La ministra de Justicia ha hecho lo que debía: no intervenir. Esta barranquillera ha demostrado ser depositaria de sensatez a lo largo de su carrera por lo que no es extraño su prudente actuar. Ojalá Duque lo valore como un elemento positivo.
El expresidente merece todas las garantías al debido proceso y de seguro las tendrá. No se rendirá ni claudicará, es un hombre formado para no hacerlo. Sin embargo, tirios y troyanos tendremos que coincidir en que, en este episodio, el patriarca ha demostrado por qué lo fue. Su reacción ha sido ejemplar, aunque la de los que lo rodean políticamente no.
@KathyDiartt recomienda: si te apasiona este tema desde la literatura. Además de por supuesto la obra del gran Gabo, recomiendo Yo, el supremo. Con una línea similar desarrolla Augusto Roa el ocaso de los líderes. Un ícono del boom latinoamericano.
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