Narciso tenía la particularidad de repugnar la fascinación de las ninfas. Los sentimientos provocados por su apariencia reducían la frontera entre el amor y el odio a una línea imperceptible para quienes alguna vez suspiraban al mirarle. Fue tal su ingratitud, que Eco elevó plegarias al Olimpo exigiendo venganza del dolor causado por el rechazo.
Las peticiones de la voz preferida por las musas provocaron la autocontemplación que le causó la muerte, al sumergirse en el poder del autorretrato proyectado sobre aguas peligrosas. El mito griego de Narciso es un ejemplo del elogio a la ingratitud: Muchas veces se recuerda más a la persona ególatra e ingrata que a la benefactora y filántropa generadora de alegrías. ¿Elogiamos la ingratitud por encima de la virtud? ¿Somos agradecidos?
Lealtad, fidelidad e integridad son las bases del trípode de la gratitud. La lealtad es el grado más elevado del alma agradecida. Su valor está tazado por la estima y el reconocimiento genuinos. Es un indicador de la conciencia superior puesta al servicio de los proyectos comunes. Para el leal obedecer es igual a respirar porque su oxígeno es la responsabilidad.
Ser fiel implica dominar el yo considerando la cuantía moral determinada por el nosotros. Es ponerle la marca de la verdad a cada palabra, confrontando las acciones en el espejo de los pensamientos. El fiel se enamora de sus convicciones, es apasionado por sus principios y no se deja seducir por la tentación: La fidelidad es el mejor regalo del amor.
El íntegro es la reserva virtuosa de todas las categorías sociales. Su honra supera cualquier estimación financiera, fijando valor al carácter si potencia la honestidad. La integridad es la frecuencia armónica de la sinceridad emitiendo señales del alma replicables en todos los idiomas: Es la valentía de la honradez en el terreno de la humildad.
Los agradecidos atraen la fuerza de la prosperidad potenciando la verdad por encima de la apariencia. La gratitud es la rúbrica de la nobleza. Es el sentimiento compañero de la razón en la lucha por el control de la pasión: El origen del perdón en medio del llanto y la herida provocada por el dolor. Es la máscara de la alegría usada en la fiesta de la decepción, porque nunca buscará dañar la celebración.
El elogio a la gratitud es la plenitud del reconocimiento y la memoria de los afectos, dones, virtudes, creencias, valores, legados y enseñanzas formadoras del carácter, el temperamento y la personalidad individual o colectiva: Es la declaración de amor soñada por la generosidad.
Reconocer y honrar son los verbos que no olvidan el elogio a la gratitud.