
Las cuentas de la leche
Nuestro campesino espera, como en todo negocio, que el precio recibido cubra los costos y deje alguna utilidad para subsistir.
Detrás de la caja de leche en un supermercado, en la mayoría de los casos hay detrás un campesino con un pedazo de tierra y unas vaquitas que alimenta con el pasto que nace silvestre. Algunos podrán alimentarlas con pastos mejorados, pero la cal, el abono, la semilla y la hora/tractor son caros. En verano tendrá que suplementar, con silo principalmente, también caro; y siempre tendrá que ofrecerles algo de costoso concentrado.
Este campesino madruga al ordeño, sin importar si es domingo o feriado, y también ordeña en las tardes, tratando de mantener fría esa leche hasta el otro día para que no se la rechacen, porque es muy poca para un costoso tanque frío, y la energía también es cara.
Nuestro campesino espera, como en todo negocio, que el precio recibido cubra los costos y deje alguna utilidad para subsistir, pero él no es “formador de su precio”, sino que se lo imponen, por lo que ya mencioné en columna anterior: muchos ganaderos vendiendo su leche a pocas empresas que le compran a quien quieren, en la cantidad y al precio que quieren; y además, aunque compran solo la mitad de la producción nacional, importan toda la que pueden.
Esta es una realidad con cifras. En 2020 la inflación fue de 1,61%, pero los costos de la lechería crecieron 6,7%; 4,1 veces más que la inflación, mientras que el incremento real del precio al ganadero fue de 5.3%, pero en términos reales, frente a los mayores costos, nuestro ganadero tuvo una disminución en su precio del 1,4%.
El concentrado, que depende del precio internacional del maíz, aumentó 10,6%; 6,6 veces más que la inflación, y el del maíz subió apenas 4,9%; menos de la mitad del alza del concentrado.
Los fertilizantes subieron 3,2%, el doble de la inflación, con un acumulado en los dos últimos años de 11,6%. Los más utilizados dependen del precio internacional del petróleo, que cayó en dos años ¡-40,5%! ¿Por qué nunca bajaron?
Conclusión: No solo la industria láctea es “mala leche” con los ganaderos. Los productores de insumos también se enriquecen a costa del esfuerzo ganadero, mientras nuestro campesino, al final de sus cuentas, “mueve platica”, pero no cubre sus costos y se endeuda para subsistir.
Este empobrecimiento del ganadero también se expresa en su menor participación en el precio final. A finales del siglo XX existía el 70/30, pero la industria se enfocó en derivados gourmet, costosos empaques y leches de larga duración que el consumidor no necesita, mientras los grandes comercializadores aumentaban su tajada, hasta una relación actual de 40/60.
Afortunadamente, el ministro Zea y el viceministro Botero han mostrado receptividad frente a nuestras reflexiones y propuestas, en busca de soluciones que le garanticen un mañana a la ganadería de leche. Fedegán estará atento a su discusión e implementación en beneficio del ganadero colombiano.
@jflafaurie
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