En diciembre de 2011, Gustavo Petro, entonces alcalde electo de Bogotá, viajó a Barranquilla para reunirse con Alejandro Char. ¿El motivo? Conocer de primera mano el modelo de salud pública que había transformado la ciudad. EL HERALDO registró la visita, en la que Petro afirmó que adaptaría ese sistema para aplicarlo en Bogotá. Admiró la red pública distrital, el modelo de atención primaria y la financiación mediante estampilla pro salud. Pero nada pasó.
Durante su mandato en Bogotá, Petro no logró replicar lo que vio en Barranquilla. Diez años después, ya como presidente, prometió transformar el sistema de salud nacional. Pero en lugar de construir sobre lo existente, decidió desmantelarlo sin una propuesta clara. Su reforma fracasó, su modelo improvisado colapsó, y millones de usuarios quedaron atrapados entre EPS intervenidas, filas, demoras, escasez de medicamentos y desinformación generalizada. La incertidumbre reemplazó a la atención.
Mientras tanto, Barranquilla siguió avanzando. Hoy cuenta con MiRed IPS, una red pública moderna con 39 sedes clínicas, cobertura superior al 80% y certificación Icontec en calidad. El Ministerio de Salud reconoció su Centro Regulador de Urgencias como el mejor del país. Barranquilla fortaleció lo público sin destruir lo que servía, invirtiendo en infraestructura, personal capacitado, tecnología, cercanía con el ciudadano y planificación seria. Su modelo se consolidó gracias a decisiones técnicas y continuidad institucional, no a discursos ideológicos ni reformas abruptas.
Petro no solo falló como gestor: falló como líder. Tuvo el ejemplo frente a sus ojos y lo ignoró. Admiró el modelo barranquillero cuando no tenía poder, pero cuando lo tuvo, lo despreció. Su incapacidad no es técnica, es política: no acepta que algo exitoso pueda venir de otro. Prefirió empezar de cero, aunque no tuviera con qué. Por eso optó por refundarlo todo, incluso lo que funcionaba.
Hoy, Colombia paga el precio de una reforma basada en soberbia más que en evidencia. Petro tuvo la oportunidad de construir sobre lo bueno. Prefirió destruir. Y lo hizo a costa de la salud de millones de colombianos, que hoy enfrentan un sistema más débil, desorganizado y politizado que nunca.