Si Barranquilla es hoy uno de los principales laboratorios de desarrollo local a nivel global, como lo reconoció la Ocde en su reciente foro en la ciudad, su renovado Mercado de Granos es con toda seguridad la punta de lanza del plan maestro de transformación de su centro histórico. ¿Aún no lo han visitado? Pues, no esperen más tiempo para hacerlo porque este espacio, ubicado en la carrera 40 con calle 28, es, en sí mismo, el ejemplo vivo del renacer económico, social y cultural de lo que durante décadas fue una zona altamente degradada.
También su recuperación es equiparable a un acto de justicia poética, sobre todo con sus vendedores. Muchos han sido testigos, a lo largo de sus distintas etapas, a título personal o como herederos del negocio familiar, de las buenas épocas, otras no tanto, del icónico mercado que abrió sus puertas en 1913. Se merecen un nuevo comienzo, con las ventajas del mundo actual para dignificar su quehacer diario que, sin duda, está ligado a la historia misma de la ciudad.
No por casualidad ni azar, parte de ellos fue certificado por el Distrito como narradores orales, guardianes de la memoria del mercado, que también es su hogar. Tan merecido tributo hace parte del indispensable paso de reconocer nuestro pasado como garantía de futuro posible. Si no lo hacemos, no comprenderemos el actual momento ni podremos aprender de errores históricos que nos han apaleado y habremos perdido la oportunidad de fortalecer la identidad colectiva, de avanzar como una sociedad resiliente e inclusiva, capaz de adaptarse a los inatajables cambios de un mundo que muta a diario.
Indiscutiblemente, la restauración del Mercado de Granos, otrora epicentro del comercio de Barranquilla, cuando el intercambio de productos viajaba en canoa por las aguas del río Magdalena hasta las del caño de la Auyama, supone una gran mejora en las condiciones de trabajo de sus comerciantes. Primero, por la reconstrucción del edificio original, intervenido bajo parámetros ambientales. Y segundo, por el acompañamiento que los vendedores recibieron de la administración distrital para hacer aún más rentable su actividad comercial.
Aunque el más beneficiado por la recuperación del icónico mercado que vuelve a brillar, luego de seis años de unas obras dilatadas por distintas razones, es el ciudadano de a pie, el barranquillero que busca lo bueno, bonito y barato para hacer rendir la plata que tanto le cuesta ganar. Esta es, ciertamente, una opción a tener en cuenta. No solo por la variedad de la oferta que encuentran en sus 110 locales internos y 23 externos o por la facilidad para acceder hasta ese lugar gracias a la adecuación de sus vías aledañas. También porque la experiencia de recorrer casi que un museo que retrata su propia historia resulta impagable.
De por sí, la simbólica edificación es toda una joya arquitectónica que vale la pena conocer y reconocer como el origen, el germen del comercio local. Ahora, después de la intervención de artistas de la Escuela Distrital de Arte (EDA), que hicieron de sus paredes testimonio vivo del patrimonio histórico o de la tradición oral de su centenaria memoria, el Mercado de Granos se convierte en una vitrina de turismo cultural, si cabe gastronómico, que se debería incluir en los tours de visitantes nacionales y extranjeros que suelen atiborrar el Gran Malecón, Puerto Mocho o el Ecoparque. Es un camino que es digno del esfuerzo recorrer porque le abre posibilidades a los comerciantes y emprendedores de la economía popular.
La reapertura del Mercado de Granos y nuevas intervenciones en espacios similares, como El Playón, La Magola, la Plaza del Pescado y Barranquillita, nos sitúan en un entorno virtuoso de desarrollo local para generar mejores ingresos para los comerciantes y facilidades para los compradores. Ambos lo demandaban. Así se inician procesos exitosos de diversificación económica e inclusión social, una meta que ha hecho realidad la Alcaldía de Alejandro Char, al apostar por la transformación urbana como el eje que vertebra el progreso de su gente. Hagamos nuestra parte con decisiones o acciones que acompañen el renacer de sitios tan relevantes como este, donde Barranquilla se moldeó, y que son un reflejo de lo que somos.