En los inicios de estas festividades decembrinas, con sumo gozo y devoción a la Virgen Inmaculada vivimos el amanecer del 8 de diciembre, iluminado por farolitos y velitas, ambientado por la música y el jolgorio; también hemos asistido a grados estudiantiles, matrimonios y otros festejos y, desde ya, junto con la familia, estamos preparando cada detalle para disfrutar de las celebraciones de la Navidad y del fin de año. Sin duda, por todo ello, este mes es tan especial, en donde también la naturaleza pone su parte, vistiéndose los árboles con un verde luminoso, abrigándonos con el frescor de los vientos alisios y cubriéndonos con el azul intenso del cielo.
Aunque puede parecer contradictorio, a muchos les resulta difícil lograr la felicidad plena, a pesar de la interacción social y el ajetreo propios del último mes del año que en esta oportunidad ha estado aderezado por el cautivante Mundial de Fútbol de Catar. No es raro que escuchemos a algún familiar o conocido comentar que, pese a las fiestas o al compartir con sus seres queridos, no logra sentirse plenamente feliz. Lógicamente, en esta situación influyen el estrés, las cavilaciones por carencias, necesidades, y otros problemas personales, hechos fortuitos, al igual que padecimientos de salud o, simplemente, no logra conectarse plenamente con la alegría decembrina.
Sin que exista una receta ideal para el goce y la sensación de felicidad, las neurociencias han determinado que, a través de actividades sencillas, podemos promover la producción de esos neurotransmisores que nos incitan sentimientos y sensaciones positivas. Se trata de la dopamina, la oxitocina, la endorfina y la serotonina, hormonas segregadas por el cerebro conocidas como la química o el coctel de la felicidad, con funciones distintas, pero responsables de nuestras sensaciones felices, de motivar la confianza y los vínculos sociales, generar el equilibrio emocional e, incluso, de minimizar el dolor físico en algunas circunstancias al actuar como analgésico natural (en el caso de la endorfina).
Numerosos estudios sobre estas hormonas concluyen que, para activar su funcionamiento, es recomendable bailar, cantar, conversar, realizar ejercicio físico, disfrutar del amor en pareja, sostener relaciones de amistad duraderas, comer chocolate, pastas y cereales, etc. También la práctica cotidiana del yoga, el mindfulness, la meditación, etc., así como el ejercicio de la solidaridad, la empatía y la ayuda a los necesitados pueden influir en las hormonas de la felicidad, mejorando nuestro estado de ánimo y optimizando la visión de nuestro futuro inmediato.
Pese a la galopante inflación, a la incertidumbre económica, a los pronósticos de crisis alimentaria, a la inseguridad, al desempleo y demás calamidades que nos agobian, motivémonos a continuar gozando a plenitud las fiestas decembrinas, disfrutándolas en familia y complementándolas con estos coadyuvantes naturales de la alegría, para poder lograr un cierre de año feliz.