La conmemoración del Día Mundial de la Niña, el pasado 11 de octubre, nos debe motivar una profunda reflexión, provocar sensibilidad y promover la acción virtuosa y mancomunada de la sociedad para coadyuvar en la superación de las complejas condiciones de privaciones y agresiones que viven buena parte de las menores de edad en el mundo, carentes de oportunidades para educarse, en extrema pobreza y, peor aún, siendo víctimas de violencia.
Una de las situaciones execrables que padecen las niñas son las uniones maritales forzadas, una práctica nociva que atropella su dignidad y sus derechos. Colombia ocupa la deleznable posición número veinte entre los países con más niñas casadas antes de los 15 años y la número 11 en Latinoamérica con más adolescentes en uniones antes de los 18 años, de acuerdo con el Análisis de Situación de Matrimonios Infantiles y las Uniones Tempranas en Colombia 2010-2020, de Unicef.
Este estudio revela que 340.083 niñas y adolescentes entre los 10 y los 19 años se encuentran casadas o en uniones tempranas, lo que equivale al 8,6 % de este grupo etario, mientras que para los hombres es de 3,2 %.
Aunque el estudio de Unicef pone el foco en los matrimonios infantiles, no podemos dejar de lado otros graves padecimientos de las niñas en Colombia y el mundo, tales como la violencia sexual, el maltrato, la discriminación, el desplazamiento y el reclutamiento forzados, y los estereotipos de género que limitan el desarrollo pleno de su potencial y coartan sus oportunidades de movilidad social.
Según Unicef, la pobreza multidimensional, las situaciones de emergencia humanitaria, el bajo acceso y permanencia en el sistema educativo y las normas sociales y de género, son factores determinantes de esta calamitosa situación.
En Colombia, el DANE reporta otras estadísticas vergonzosas con respecto a la maternidad temprana, al relacionar que entre 2010 y 2021 se dieron 1’137.796 nacimientos en niñas y adolescentes entre 10 y 19 años, que se encontraban casadas o en uniones tempranas, al igual que 422.104 nacimientos en niñas y adolescentes que reportaron estar solteras.
Si bien esta problemática social tiene hoy mayor visibilidad y atención, motivando múltiples campañas y acciones en pro de la defensa y el reconocimiento efectivo de los derechos de las niñas, se requiere una política pública aún más contundente y una intervención social eficaz que cuente con apoyo estatal, del sector privado y de la sociedad civil para erradicarla. De hecho, en la reciente conmemoración, Unicef reclamó inversión para el reconocimiento y la validación de sus derechos, más respaldo a las organizaciones que trabajan por su bienestar y apoyo a las jóvenes que ejercen liderazgos positivos para generar cambios desde sus hogares y comunidades. Es inconcebible que en pleno siglo XXI, en que nos ufanamos de vivir en una sociedad civilizada, aún se atropelle vilmente la dignidad de las niñas.
Acompañémoslas y luchemos junto a ellas en el propósito de que vivan una niñez plena y llena de felicidad.