La honrosa e inédita posición cimera alcanzada por la selección femenina de Colombia en el Mundial de Fútbol sub-17, cuya capitana, Linda Caicedo, está nominada a mejor futbolista por su excelente desempeño en este certamen, puso a todo el país a vibrar de sentimiento patriótico y a hablar del valor de las mujeres en el deporte y, de paso, a reconocer sus logros, al igual que las batallas épicas, pletóricas de triunfos, que han tenido que enfrentar para abrirse espacios en un mundo deportivo sumamente machista.

La minimización de sus victorias, la carencia de apoyo y la inequidad en la remuneración frente a los hombres en los mismos niveles competitivos son apenas algunas de las situaciones denunciadas por las futbolistas, reclamando igualdad de derechos y de oportunidades.

La lucha de las futbolistas colombianas para su reconocimiento es una muestra de la dura gesta histórica que han librado las mujeres -y siguen haciéndolo-, en los diferentes campos laborales, educativos, directivos y de representación política en que se desenvuelven. Aunque los esfuerzos se han multiplicado y han ido dando paulatinamente sus frutos, generando cada vez más conciencia de la problemática, desafortunadamente, la equidad de género continúa siendo un ideal inalcanzable para millones de mujeres y, por lo tanto, un verdadero desafío para una sociedad que se autocalifica como civilizada. De hecho, este es uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, acordados por las Naciones Unidas, definido como la base para un mundo próspero y equitativo, aparte de tratarse de un derecho fundamental.

Lo peor es que los diagnósticos dan cuenta de que las desigualdades, en general, se exacerbaron a raíz de la pandemia. El informe Panorama social de América Latina 2021, producido por la Cepal, reveló que la crisis sanitaria produjo una sobrecarga de tareas domésticas y de cuidados no remunerados que les impedían un mejor ejercicio de sus profesiones y el rendimiento en sus actividades deportivas.

El análisis da cuenta de que la insuficiencia de las políticas públicas de cuidados ha profundizado los nudos estructurales de la desigualdad de género, padecidos por las mujeres como son la desigualdad socioeconómica y la pobreza, los patrones culturales patriarcales, la división sexual del trabajo y la concentración del poder.

Que el ejemplo de las jóvenes futbolistas que consiguieron con pundonor, pasión y lucha, el subcampeonato mundial y que se reconoce como un triunfo histórico para Colombia, no se pierda de vista y termine diluyéndose como un episodio efímero del deporte nacional. No basta solamente con evidenciar la desigualdad de género y reconocer los valores femeninos sino exigir y coadyuvar en la apertura de oportunidades y la promoción de la participación de las mujeres, desde su niñez, en espacios deportivos y académicos, que les permitan llegar con autonomía, altas competencias y múltiples oportunidades a la vida profesional y laboral. Loa a nuestras guerreras del deporte.