Entre la espesa vegetación, las crecientes súbitas de los ríos, la fauna, las bandas criminales y los traficantes de personas, conocidos como coyotes o chilingueros, miles de migrantes cruzan a diario el Tapón del Darién, selva infranqueable que abarca la frontera entre Colombia y Panamá, con el propósito de hacer tránsito por Centroamérica y llegar a los Estados Unidos. Familias enteras, con niños, embarazadas y adultos mayores, se exponen a las peores condiciones sanitarias y de vida para lograr el sueño americano, lo que, por su dimensión y complejidad, constituye una grave y creciente crisis humanitaria.
En los últimos días trascendió el impactante caso de una venezolana que tomó esta ruta desde Chile, junto a su esposo y su hijo, y presentó dolores de parto en territorio mexicano mientras se transportaban en un tren del viejo sistema ferroviario conocido como ‘la bestia’. Sus compañeros de viaje le ayudaron a avisarle al conductor del tren y fue así como recibió asistencia. Al medio BBC News Mundo le contó que “con la niña en la barriga, tenía mis dos brazos y mis dos piernas para agarrarme de los árboles y atravesar los ríos del Darién”.
El drama es tal que, entre enero y septiembre pasado, cruzaron por este punto 390.000 personas, cifra récord reportada por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), teniendo en cuenta que durante todo 2022 fueron 258.000 migrantes. Según el organismo, la mayoría (un 55 %) de los migrantes por esta ruta provienen de Venezuela y, en menor porcentaje, de Ecuador (14 %) y de Haití (14 %), seguidos de China, Colombia, Afganistán, Nepal y Perú, entre otros.
Es vital que las autoridades de los países involucrados en esta larga y escabrosa ruta migratoria acuerden estrategias para garantizar el respeto de los derechos humanos de los migrantes y brindarles la asistencia necesaria mientras hacen tránsito por sus territorios. Además, que tomen medidas para acabar con la acción de las mafias de coyotes que movilizan a los migrantes.
No obstante, más allá de esta atención básica, es urgente que los gobiernos de la región aborden de forma conjunta esta problemática supraterritorial, hoy desbordada, que afecta buena parte de Latinoamérica y amerita implementar políticas mancomunadas para enfrentarla. Debe ser prioridad resguardar la vida y respetar la dignidad de una gran población que se atreve a irse de sus países, aun sufriendo tantas vicisitudes, en la búsqueda de mejores oportunidades.