Los jóvenes de hoy viven un mundo globalizado. La mayoría tiene una red de interconexiones e interdependencias que hacen que sus vidas estén llenas de información, imágenes electrónicas, canciones y modas que recorren el mundo casi de manera instantánea.

Los jóvenes occidentales bailan música coreana; con las telenovelas turcas hemos reaprendido el amor romántico lleno de sentimiento; en cualquier esquina de Barranquilla nos podemos comer un quibbe, y los entretenimientos en el parque se cambiaron por los videojuegos. Ya es difícil vivir sin acceso a internet.

Las prácticas y costumbres se están homogeneizando, aunque todavía muchas culturas mantienen sus tradiciones. Mientras en Occidente las adolescentes se esfuerzan por ser delgadas y proliferan los trastornos mentales ligados a la alimentación, como la anorexia y la bulimia, en Nairobi y otros países de África la belleza está asociada a la obesidad, y las jóvenes intentan engordar con esteroides y hormonas de crecimiento.

Las opciones para los jóvenes en el mundo son muy desiguales. Y parte de la desigualdad es que algunos tienen acceso a bienes tecnológicos avanzados, mientras para otros, especialmente en América Latina, su acceso es muy limitado.

Un rasgo común de los jóvenes en el mundo, es su percepción profundamente aterradora sobre el futuro. La Universidad de Bath, Inglaterra, en colaboración con cinco universidades hizo una consulta a diez mil jóvenes de África, Asia, Europa y América Latina sobre su percepción del futuro.

El 75% de los jóvenes señalaron que el futuro era aterrador: se sienten principalmente afectados por los temores climáticos. Hay una “ansiedad ecológica” no solo por la destrucción de nuestra naturaleza, sino también por la inacción de los Gobiernos. Los jóvenes se sienten abandonados y traicionados por sus gobernantes y por su indiferencia ante el cambio climático: señalan que es un “acto de crueldad” que debería ser sancionado.

Un dato preocupante es que casi el 40% de los jóvenes dicen dudar en tener hijos por el temor que les genera el futuro. En Brasil, esta ansiedad llega a la mitad de la población joven.

Tradicionalmente en Occidente, los hijos aspiraban a una mejor vida que sus padres. En la consulta se encontró que el 55% de los jóvenes están convencidos de que tendrán menos oportunidades que sus padres, y sus vidas serán más difíciles.

Es una lástima que en nuestro país seamos tan indiferentes a las inquietudes de los jóvenes. Como señalan múltiples estudios, Colombia experimentará sequías cada vez más prolongadas, temperaturas más altas y climas extremos que tendrán un impacto muy negativo en nuestras vidas; y los jóvenes serán los que más van a padecer.

El país debería abrirse a las preocupaciones del siglo XXI. Es casi increíble que la agenda de noticias políticas esté siendo manejada por un grupo de expresidentes cargados de odios unos contra otros, mientras los temas que deberían preocuparnos, como el cambio climático, pasan relativamente indiferentes para nuestros Gobiernos. Probablemente la historia los juzgará.