Un día como ayer, hace 125 años, se inauguró oficialmente el Ferrocarril Cartagena-Calamar. No era gratuito que la línea férrea que partía desde Cartagena hasta Calamar –un importante puerto sobre el río Magdalena–, se inaugurara el 20 de julio. Para entonces, en la batalla por la memoria histórica nacional, el 20 de julio venía imponiéndose sobre el resto de fechas como la que debía tener el honor de conmemorar la fundación del Estado-nación colombiano.
La prensa del momento consideraba que era un hecho significativo que el ferrocarril se pusiera en marcha el mismo día de la celebración del aniversario número 84 de la Independencia. Un periódico de la época decía que de esta manera se habían celebrado dos “hermosas fiestas: la de la Patria y la del Progreso”; que era una “nueva época” y que quienes no siguieran la senda marcada, estarían condenados “a perecer a la orilla del camino donde se quedan rezagados los pueblos que se detienen ofuscados por los resplandores del progreso”. Según esta nota de bienvenida, ya había pasado “la época de los andantes caballeros y de los errantes trovadores”; ahora, los nuevos personajes dignos de admiración eran “los que descuajan los bosques y taladran las montañas para acortar las distancias que separan a los pueblos”.
El texto evidentemente se alineaba con el proyecto político de la Regeneración, liderado por Rafael Núñez –quien murió dos meses después de haberse puesto en funcionamiento el ferrocarril–, y transmitía la sensación de que el pito alegre de las locomotoras reemplazaba el ruido de los cañones y los fusiles en los campos de la nación, y que la máquina del progreso sustituía a la máquina de la guerra.
Pero lo que refleja el hecho de que esta obra, tan importante para el desarrollo de Cartagena y de un amplio territorio del Caribe colombiano se haya inaugurado oficialmente ese día, es la derrota de este sector del país en la batalla por la memoria nacional. Casi cincuenta años atrás, el 11 de noviembre de 1850, Rafael Núñez había publicado una oda patriótica dedicada a Cartagena y sólo seis años antes de que se inaugura el ferrocarril, el 11 de noviembre de 1887, en la conmemoración del aniversario número 76 de la independencia de esa ciudad, esa poesía –con algunos cambios– se estrenó con música de la Orquesta Sinfónica, en el Teatro Variedades de Bogotá.
Es decir, durante el siglo XIX, el 11 de noviembre de 1811 –momento en que Cartagena había declarado la independencia absoluta de España– fue asumido como la fecha de la emancipación nacional. Resulta paradójico que el ferrocarril, que se debía precisamente a la gestión de Núñez y que representaba parte del progreso regional, se inaugurara como una homenaje al 20 de julio. Era el comienzo de un centralismo que pondría a todos los estudiantes de las escuelas del país a dramatizar en los actos cívicos el préstamo de un florero, la fogosidad de unos hermanos criollos buenos para las trompadas, y la supuesta habilidad de un orador capaz de armar una proclama patriotera y coherente en medio del barullo de un viernes de mercado.