Mientras el indócil y saltarín esférico está inmóvil por la extraordinaria actualidad del mundo, y los hechos futbolísticos que se producen en las canchas y que motivan, la mayor de las veces, la opinión y la visión en este espacio viven, como gran parte de la humanidad, un receso necesario, busco la manera de permanecer ligado a esta pasión.
Por ejemplo, leo a Bielsa y sus 11 caminos al gol, también El efecto Simeone y hoy inicio la relectura de un viejo, pero interesante, libro de Ángel Cappa titulado El fútbol dónde está. Pero, como las horas por estos días ‘duran más’, he tenido tiempo para ver los mejores goles de los mundiales. La más reciente motivación futbolera fue la invitación que hizo el periodista Francisco Figueroa a sus amigos sobre los mejores porteros del Junior en su historia. He aquí mi opinión.
Como es personal (e incompleta, porque es de los que cada uno pudo ver) decidí auto imponerme el requisito de la cantidad de años que el personaje actuó en el Junior. Por esto, y solo por esto, Daniel Carnevali (1983) y Carlos Mario Goyén (1986) ocupan el sexto y quinto puesto.
Lorenzo Carrabs, es el cuarto. Ejemplo de regularidad (impuso el récord de partidos jugados de forma consecutiva). Clásico, de un gran físico y técnicamente ejemplar.
José María Pazo, es el tercero. En él, la constancia le ganó al talento. Físicamente muy fuerte. Su estatura “poco convencional” para la posición, la suplió con trabajo y una formidable potencia de piernas. Además, fue el guardián de un equipo hiper ofensivo y desequilibrado defensivamente: antes de que ‘el Pibe’, Valenciano y compañía aniquilaran al rival, Pazo había salvado 3 o 4 situaciones de gol.
Sebastián Viera, es el segundo. El que más título obtuvo. Pero su influencia en Junior no es solo estadística. También ha sido -y es- personal, anímica, de liderazgo. Sobrio, atajador. Con extraordinarios reflejos en jugadas a corta distancia. Protagonista en los lanzamientos desde el punto penal. Y con el valor agregado de sus peligrosos cobros de tiro libre.
Y el mejor, a mi juicio, es Juan Carlos Delménico. Literalmente volaba para evitar los goles. Seguro, ágil, potente. Inigualable en el juego aéreo. Era dueño de todo eso, más las mejores virtudes de los otros, y además era espectacular. El gato, le dijeron, por sus felinos reflejos. El loco, por su transgresor estilo. Ya en esos años jugaba fuera del área. Fue actor de lujo en los dos primeros títulos del Junior. Y además, caso infrecuente en un arquero, los hinchas iban a ver jugar a Delménico.
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