Ser generoso es tal vez una de las mayores virtudes de un ser humano, las personas adineradas no son las únicas que pueden ser generosas, todos absolutamente todos tenemos algo que dar, aunque sea solo una sonrisa.
La generosidad está en armonía con la solidaridad y la empatía hacia los otros, no es donar una fuerte suma de dinero una vez, es ser consecuente y permanente en la ayuda y apoyo a otros.
Un plató de sopa, un consejo, ayudar a cruzar la calle, localizar una mascota perdida, en fin, la generosidad y solidaridad tiene tantas aristas que se tornan casi incalculables. Así como también, una persona generosa se convierte en alguien invaluable, que será querido por todos de manera permanente.
Sin embargo, es increíble el odio y envidia que pueden tener algunas personas, eso sí es ser miserable y despreciable, ser aquel que ni toma agua ni deja beber, a ellos su odio y amargura los carcomen.
Son personas tristes y resentidas, que seguramente terminarán solas, pero que a pesar de su forma de ser tendrán ayuda de personas generosas que tienen un corazón tan grande que incluso serán solidarios con esos seres humanos de sangre fría, incapaces de sentir amor o compasión por otros.
Ese será su castigo, saber que a los corazones grandes, inmensos, no los aminora ni desdibuja nadie, por el contrario los vuelve más nobles, alegres y dadivosos.
La solidaridad cumple con el dicho “hacer el bien sin mirar a quién”, no se es generoso esperando una retribución, se hace con el corazón. No obstante, muchas personas solidarias reciben confianza, cariño y se le abren puertas, en muchos casos recibe más el que da que el beneficiario. Cierra puertas de egoísmo y de miedo a abrirse a los demás.
Otras veces con el tiempo, quien fue beneficiario se convierte en dador, creando una cadena de humanidad indestructible.
Ser generoso también es trabajar en equipo, entender que como colectivo se pueden fortalecer las cualidades de todos, que podemos aprender juntos al entregar a los demás no solo aquello que nos sobra, sino aquello que tenemos justo. A veces un acto de solidaridad adquiere mayor valor cuando damos parte de lo nuestro, de lo que tenemos para nosotros mismos.
Ayudar a otros nos hace crecer como sociedad, se puede empezar desde lo mínimo, como barrio, e ir creciendo en la ciudad, el departamento y el país.
Dar es aportar con ideas, no criticar, sino debatir con fundamento, enfrentar las diferencias con mente abierta y justificaciones claras, porque en el lenguaje y las palabras también hay un acto de generosidad.
Por esto también comunicarnos de buena manera es un acto solidario, dar consuelo cuando alguien lo necesita, hablar de forma respetuosa a quienes nos rodean.
Hay que saber que al ser generosos también estamos dando ejemplo a los niños, para que esta cadena sea continuada por ellos.
Mi invitación es tener un alma abierta llena de luz con permanente deseo de ayudar al prójimo según sus necesidades y las capacidades de quién da y recibe. El resultado seguro abarcará más allá de la persona generosa, se reflejará también en quienes lo rodean.