Ser optimista es un postulado que tengo en la vida, eso va de la mano con ser aguerrido, a veces demasiado crudo, leal y solidario con quien lo requiera, siempre y cuando esté a mi alcance.

A mí la pandemia, como a muchos, no me despertó sentimientos de colaboración o empatía, creería sin falsa modestia que me los multiplicó, a cada problema le busco una solución por imposible que parezca y trato de sacar adelante la causa más difícil, eso sí con los pies en la tierra bien puestos para entender que no siempre se gana, pero siempre se lucha.

Si mi vida fuera una pelea de boxeo, que muchas veces lo es por mi profesión, las peleas que he perdido jamás han sido por knock out, siempre por decisión y el adversario ha quedado bastante golpeado.

Hoy nos toca afrontar una etapa de la humanidad difícil, pero no la considero incierta, porque sé que lo que viene de aquí en adelante es estar alegre, despierto, optimista, colaborador, generoso y amoroso con la gente y especialmente con los seres queridos.

La vida ha alejado un poco a mis hijas Alicia y Juliana de mi día a día, pero pueden tener ellas la certeza de que yo sigo amándolas y pensándolas cada instante. La vida nos dio esta semana a Sandra, mi esposa, y a mí la inmensa alegría de ser padres una vez más, llegó Antonia a acompañar también a María, su otra hermana, llegó Antonia, como han llegado tantos bebes al mundo en época de pandemia, a demostrar que la fuerza de la vida, la ternura de un bebé, el latir de un corazón que apenas llega a este mundo, es más poderoso que todos los males juntos, naturales o humanos.

Antonia y todos los bebés llegan para lanzar un mensaje claro a la humanidad: siempre habrá un motivo por el cual luchar, por el cual jamás agachar la cabeza y sentirse abatido. La sonrisa de un recién nacido, sus gorgoteos, su afán de salir de la comodidad en la que estaba dentro de su mamá son clara muestra de que a quienes vivimos en este planeta nos quedan muchas luchas, pero, tal vez la más importante es brindar un mejor mundo a los que llegan.

La llegada de Antonia me hace ver aún con mayor claridad que quienes nos aferramos a la alegría, al entusiasmo, al pundonor, que quienes vivimos con fuerza cada día debemos ser más y mejores personas, debemos hacernos notar y darle un mensaje de protesta contra aquellos que dejan encerrados a una persona en el edificio en el que trabaja, a quienes matan a líderes sociales, a quienes agreden a las personas con quien conviven, a aquellos que discriminan por su profesión, razón, género o condición social.

El mensaje es que cuando salgamos a la calle, y aun estando en aislamiento, rechacemos este tipo de actos y no los dejemos pasar. Este mundo merece gente que construya y no destruya, en donde la naturaleza sea respetada y el medio ambiente tenga un desarrollo sostenible. Este mundo, que no es ideal, que tiene problemas, en donde existen malos y buenos, estoy seguro de que entre todos podemos mejorarlo, para decirles a las Antonias del mundo que aprendimos la lección y que vamos a luchar por construir.

La llegada de un bebé es la mayor alegría y emoción que puede sentir un ser humano, la llegada de un bebé es la muestra de que ninguna pandemia, ningún mal es mayor que la esperanza de la gente que quiere un mundo mejor.