El calendario deportivo 2024 sigue en marcha, cautivando a aficionados en todo el mundo con eventos de gran envergadura como la Copa América, la Eurocopa, el Tour de Francia, el Mundial de Cricket y los Juegos Olímpicos de París. Estos eventos prometen capturar la atención de billones de espectadores, y ya están generando una gran expectación.
Sin embargo, esta emocionante época para el deporte mundial se ve ensombrecida por los crecientes impactos del cambio climático, subrayando la urgente necesidad de adaptar el deporte a las nuevas realidades ambientales. El cambio climático ya está alterando significativamente el panorama deportivo global.
Eventos climáticos extremos han causado interrupciones en competiciones importantes, como lo vimos con el tifón que afectó la Copa Mundial de Rugby 2019 en Japón y los incendios forestales que deterioraron la calidad del aire durante el Abierto de Tenis de Australia 2020. Estos incidentes destacan cómo los fenómenos climáticos extremos pueden desbaratar calendarios, afectar la salud de atletas y espectadores, y aumentar los costos de organización.
En el fútbol también vemos adaptaciones sin precedentes. La Copa Mundial de Catar 2022 se trasladó a noviembre para evitar las extremas temperaturas veraniegas del país, una decisión que afectó a ligas y calendarios a nivel global.
Este cambio subraya la necesidad de reconsiderar cómo y cuándo se realizan los eventos deportivos para garantizar la seguridad y el bienestar de todos los involucrados. El reciente ejemplo de Brasil, donde inundaciones masivas en el sur del país han llevado a la suspensión de dos jornadas de la liga nacional, ilustra claramente la vulnerabilidad del deporte frente a los desastres naturales.
Con al menos 170 personas fallecidas, 108 desaparecidas y más de 620,000 desplazadas, la Confederación Brasileña de Fútbol actuó acertadamente al priorizar la seguridad y el bienestar de las comunidades afectadas. Esta situación nos obliga a reflexionar sobre el futuro del deporte en un mundo cada vez más impactado por el cambio climático. A medida que aumentan las temperaturas y la frecuencia de eventos climáticos extremos, será imperativo adaptar nuestras infraestructuras y calendarios deportivos.
Ya se están tomando medidas en algunas regiones para establecer umbrales de seguridad en condiciones de calor extremo y contaminación del aire, garantizando así la protección de atletas y espectadores.
El deporte, además de ser una víctima del cambio climático, también contribuye a este fenómeno. La huella de carbono de los eventos deportivos, especialmente los de gran escala, es considerable. Viajes internacionales, construcción de infraestructuras y el consumo masivo de recursos son factores que contribuyen a las emisiones de gases de efecto invernadero. Sin embargo, también tiene un potencial único para liderar el cambio hacia prácticas más sostenibles.
La FIFA, por ejemplo, ha sido pionera en comprometerse con el Marco de Acción Climática de las Naciones Unidas para el Deporte, implementando iniciativas para mitigar su impacto ambiental. Estas incluyen la promoción de viajes sostenibles, la reducción de residuos y la construcción de estadios con criterios de sostenibilidad.
El centenario del Junior de Barranquilla y su destacada actuación en la Copa Libertadores son motivos de orgullo para la ciudad y la región. Sin embargo, en medio de la alegría por estos eventos deportivos, no debemos olvidar el contexto global. Estos meses, mientras disfrutamos de los varios eventos deportivos, es crucial recordar las presiones ambientales que amenazan el futuro de los deportes a nivel mundial.
La resiliencia y la sostenibilidad del deporte deben ser prioridades si queremos seguir disfrutando de estos momentos de alegría y unidad en los próximos años. Adaptar y mitigar los impactos del cambio climático no es solo una necesidad, sino una responsabilidad compartida por todos los que amamos el deporte.