La sorprendente confesión de las Farc
Otra razón que concurriría para poner en duda lo que dicen los exjefes guerrilleros es el momento histórico de la ocurrencia del hecho.
Con enorme escepticismo ha sido recibida la confesión de los excomandantes de las Farc. Hay varios motivos. Mucha gente se pregunta si es creíble la revelación de un homicidio sucedido hace casi 25 años, el 2 de noviembre de 1995, iniciando el cuatrienio de Ernesto Samper. Más aún si consideramos que las autoridades judiciales y militares jamás barajaron la hipótesis investigativa de que el crimen pudiese atribuirse a la guerrilla. Por supuesto, de probarse la autoría la inteligencia del Estado quedaría en ridículo.
Otra razón que concurriría para poner en duda lo que dicen los exjefes guerrilleros es el momento histórico de la ocurrencia del hecho. Me explico.
Es cierto que la familia Gómez representó la godarria tradicionalista y su apellido está asociado a la violencia de mediados del siglo XX. De hecho, el derrocamiento incruento de Laureano Gómez el 13 de junio de 1953 profundizó la guerra liberal-conservadora, aunque después él suscribió en 1956 el pacto del Frente Nacional con Alberto Lleras para terminar el conflicto bipartidista. Es cierto que el laureanismo simbolizó la derecha afín al fascismo europeo. Es cierto que ese nefasto pasado influyó para que Álvaro Gómez Hurtado no fuese presidente de la república, a pesar de que su nivel intelectual era superior al de la mayoría de sus contemporáneos que sí llegaron a la Casa de Nariño. Es cierto que por todo ese historial, Gómez Hurtado afrontó viscerales animadversiones y llegó a vérsele como el ícono más retrógrado del establecimiento.
Pero, el Gómez Hurtado de 1995 había pasado por la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, era uno de los padres de la nueva Carta Política y desde los editoriales de El Siglo proponía “tumbar el régimen” que en esa coyuntura lo personificaba Ernesto Samper, cuestionado por la incidencia del cartel de Cali en su elección. En ese instante, fungía más como un disidente del régimen, del que, desde luego, recibió todos los privilegios. No era el presidente ni tenía ya posibilidades de serlo (salvo por un golpe de Estado a Samper que él había descartado apoyar). Por el contrario, se le percibía como un escritor público peleado contra una clase política corrupta, además aliada al narcotráfico. En resumen, el Gómez Hurtado de ese período parecía más un adalid de la decencia que un símbolo de la élite gobernante.
¿Pese a esto, las Farc decidieron ejecutar al ideólogo conservador? Es probable. Si asumimos que las lecturas políticas de la guerrilla estaban influidas por el “odio de clase” y delirios por el estilo. En ese caso, fue una atroz decisión. Como lo fue el secuestro del M-19. Y la toma sangrienta del Palacio de Justicia.
Pero, es factible que haya otra verdad emboscada tras la narrativa de las Farc. De ahí la expectación por las evidencias que presenten ante la JEP sobre el magnicidio para probar su responsabilidad.
@HoracioBrieva
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