Este virus ha puesto a temblar al mundo. Hay hipótesis de que la pandemia podría ser dictada por la guerra biológica. Sin embargo, Yuval Harari, el afamado autor israelí, aconseja desoír “teorías de conspiración infundadas” en un artículo que acaba de publicar en el Financial Times. Por supuesto, algunos virus han sido fabricados en laboratorios para oponerles vacunas y drogas capaces de derrotarlos. El riesgo es que sucedan accidentes biológicos que motiven su escape o que sean usados entre países enemigos. En todo caso, el coronavirus se convirtió en una especie de película taquillera: está en el centro de la cartelera mediática.
Afortunadamente, el mundo no es el de hace 500 años. Desde entonces, hemos “sido testigos de un crecimiento vertiginoso y sin precedentes del poder humano”, dice Harari en el libro De animales a dioses. Vamos “hacia la medicina casi perfecta”, afirma.
Coincido con Harari: hay que confiar en la ciencia. Hay gente que cree que la cubrirá la sangre de Cristo. Respeto nuestra esencia católica, pero, felizmente, no vivimos en los tiempos de la Peste Negra que liquidó a millones de personas que creían que la enfermedad era un castigo divino. Sin dejar de creer en Dios, hay que entender que, por ejemplo, lavarse las manos con jabón es la mejor vacuna para evitar el contagio. En la Edad Media era poderosa la idea de un Dios castigador y los hábitos de higiene eran prácticamente inexistentes. “Los campesinos medievales no se lavaban durante meses, y casi nunca se cambiaban de ropa”, cuenta Harari.
Algo de esa insalubridad pervive en zonas de Colombia donde no hay buenos acueductos y alcantarillados, y en las ciudades en esas condiciones medievales viven los habitantes de la calle. Y no hablemos del sistema de salud.
¿Qué hacer frente al coronavirus? Lo primero, dice Alfredo Miroli, inmunólogo argentino, es evitar “el terror patológico”. Como todos sus colegas, recomienda lavarse las manos. Esta acción, dice Harari, es “uno de los mayores avances en la higiene humana” que “salva millones de vidas cada año”. Miroli dice: “El virus no tiene serrucho para penetrar la piel. Entra por la boca o la nariz, y si nos lavamos las manos se desactivará”. El tapaboca, añade, solo se necesita si se tiene el virus o si se está en lugares concurridos.
¿Por qué ha muerto tanta gente en Italia? Porque su población ha envejecido y el virus llegó a zonas de personas de la cuarta edad, es decir, mayores de 80 años con enfermedades graves, explica Miroli. Esto no significa que los jóvenes sean invulnerables.
Las posibilidades de recuperarse del virus son del 97% y en 15 días de quietud éste abandona el cuerpo. Después, dice Miroli, el afectado queda con anticuerpos. Ya la vacuna está en proceso, pero tomará unos meses tenerla lista. Miroli espera que su masificación no se convierta en un voraz negocio comercial.
@HoracioBrieva
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