Un consejo de seguridad ordena el traslado de unos cabecillas del crimen a una cárcel donde se les prive del privilegio de los celulares y aprueba unas recompensas que conduzcan a la captura de otros. Son respuestas válidas y entendibles por parte de las autoridades, pero solo sirven para reducir coyunturalmente el accionar delictivo ya que el problema es epidémico, estructural, profundo, y hace parte de un complejo cuadro nacional en el que el narcotráfico es un elemento transversal. Casi toda nuestra tragedia nace ahí aunque la economía ilegal también se nutre de otras fuentes como la extorsión, la minería y el secuestro.
Barranquilla es hoy un epicentro del miedo por causa de las extorsiones, los hurtos y los homicidios. El acabose de esta tétrica película fue la cabeza que apareció en el barrio Simón Bolívar.
En la nostálgica lejanía de los recuerdos quedó la Barranquilla de las mecedoras en los sardineles de las casas donde la gente se sentaba a charlar en las noches. No existían las rejas que se convirtieron en parte del paisaje urbano.
Durante los encierros, la ciudad se calmó porque los delincuentes se guardaron, pero este año solo en junio tuvimos 40 homicidios. Algo que no pasaba desde 2010. Y el hurto, como va, podría llegar en diciembre a 10.000 casos reportados.
Creo que es hora de que Barranquilla haga algo que nunca ha hecho: medir los costos aproximados de la delincuencia, los directos e indirectos. Estas mediciones las ha realizado el BID en los países de América Latina y el Caribe, pero se pueden, pienso, particularizar a nivel de ciudades. Esta región ha estado gastando el doble de los países desarrollados en el combate al delito, pero sin mucha eficiencia.
Crearía muchísima conciencia pública y contribuiría a la toma de decisiones que supiéramos los costos en policía, justicia penal, cárceles, seguridad privada, homicidios, heridos, pérdidas económicas, etcétera. Esa contabilidad es absolutamente indispensable. Sin datos no podremos ser eficaces en la contienda contra el delito.
Particularmente es necesario evaluar cómo se está usando el gasto público y plantearse mejores resultados. Hay que establecer, con base en información confiable, cómo podríamos reorientar los esfuerzos del Distrito en seguridad ciudadana. Barranquilla tiene una Oficina para la Seguridad y Convivencia Ciudadana que maneja un presupuesto considerable. ¿Se están empleando los recursos con racionalidad y pertinencia? A juzgar por el generalizado desasosiego ciudadano, este tema amerita una meticulosa revisión.
Un estudio del BID, titulado ‘Los costos del crimen y de la violencia’, dice que la inseguridad es un desafío para el desarrollo y que la construcción de conocimiento sobre la materia es fundamental para enfrentarlo. Barranquilla tiene que abordar con este enfoque la lucha contra el delito si pretende ser una ciudad exitosa.
@HoracioBrieva