En una ciudad donde el entusiasmo deliberativo alrededor de los temas vitales decayó hace varios años, dando lugar a una inconveniente resignación contemplativa, resulta interesante la resistencia que ha desatado la actuación urbanística y ambiental de Argos en Puerto Colombia y Barranquilla.
Los primeros cuestionamientos comenzaron por Ciudad Mallorquín, cuando las cuchillas devastadoras empezaron a desmantelar el bosque seco tropical. Yo escribí entonces, el miércoles 2 de noviembre de 2022, una columna titulada El ecocidio de Ciudad Mallorquín. Y luego otra el miércoles 9 con el mismo título. Y el sábado 12 hubo un plantón en la rotonda de la carrera 53 que exigió “parar el ecocidio”. Días antes, una funcionaria de Argos me dijo que en mis columnas todo era soportable menos el neologismo ecocidio. Sonreí por el reproche gramatical.
Después siguieron otras columnas y otros plantones, y el efecto fue que Argos tuvo que salir a defender públicamente su proyecto. Sostiene que su emprendimiento en Mallorquín está basado en la generosidad de proveer una solución habitacional multiestrato donde puedan cohabitar y relacionarse familias pobres y ricas en beneficio de la movilidad social de las primeras. Todo un carretazo embaucador. Como si la genuina intención de Argos no fuese ganar billete lesionando el ecosistema.
Un detonante, sin duda, hizo escalar esta conflagración. En plena zona industrial, Argos pretende hacer otro proyecto habitacional tipo VIS. Eso fue como arrojar un cilindro de gasolina a un incendio incipiente. El rechazo no es por ser viviendas VIS. No es por aporofobia, un neologismo acuñado por Adela Cortinal, la filósofa española. Es porque ahí no deben construirse viviendas de ningún estrato.
La esencia de este debate, que es técnico y político a la vez, es si el desarrollo urbano de Barranquilla y el área metropolitana va a ser sostenible, es decir, respetuoso del equilibrio ecológico. O si vamos a permitir que se imponga un urbanismo depredador, legalizado por las normas, que solo mira la caja registradora de las ganancias a costa de talar la naturaleza.
Convendría, por eso, una mesa de diálogo y concertación de los actores involucrados alrededor de los puntos siguientes: la minimización del daño al bosque seco tropical, la reducción de la densidad de Ciudad Mallorquín, la suspensión del Portal del Norte, la cesión de un espacio al Zoológico en el área de Mallorquín, la construcción del intercambiador vial en Alameda del Río pero por Argos y las constructoras y la revisión y ajuste del Pomca Mallorquín, del POT de Barranquilla y del PBOT de Puerto Colombia.
@HoracioBrieva