La semana pasada, Diógenes Rosero Durango, director de la Fundación Foro, escribió una columna en La Silla Vacía y dijo: “Barranquilla parece vivir, nuevamente, una crisis de su clase política. En una ciudad en donde no se ha podido consolidar un modelo de gestión pública democrática, parece haberse regresado a los tiempos del desorden clientelar y de pérdida de valores éticos del pasado”. Y agregó que “el mismo llamado que se le hace hoy a la familia Char…era la misma vehemente exigencia que el entonces senador Fuad (Char) le hacía a la decadente clase dirigente representada en los Name y los Gerlein a finales de los años ochenta”.
Recuerdo bien ese momento como periodista y dirigente muy involucrado en la historia de la ciudad. El charismo se alió al M-19 y juntos lograron las victorias de Gustavo Bell a la gobernación en 1991 y de Bernardo Hoyos a la alcaldía en 1992. Por la prematura desaparición del M-19 esa exitosa alianza se disolvió. Hoyos y los Char no tuvieron las mejores relaciones después.
El charismo comenzó a ser una fuerza política dominante a partir de 2008 cuando Álex gana la alcaldía. E impone un modelo de ciudad basado en el embellecimiento y en unos componentes sociales expresados en una nueva infraestructura de educación y salud.
Este modelo ha transformado a Barranquilla, pero le han faltado dos ejes estratégicos: democracia y transparencia. En distintos sectores de la ciudadanía se perciben inconformidades porque estas carencias afectan la solidez de la gobernanza. Siento que comienza a notarse un agotamiento progresivo del modelo. Y cualquier sorpresa, a manera de factura, podría verse en 2023 en la conducción de una ciudad que hoy es más cuestionadora. ¿Estaría dispuesto el charismo a redefinir positivamente su agenda? No soy astrólogo. No lo sé.
Lo que sí sé es que no hemos logrado avanzar significativamente en democracia: los órganos de control no funcionan, la presupuestación y la planeación no han sido participativas, la contratación sigue concentrada en pocas manos y la administración no se ha descentralizado. (Me dicen que Jaime Pumarejo quiere hacer presupuesto participativo, pero ignoro qué diseño seguirá para implementarlo).
En materia de transparencia los resultados no resisten un riguroso examen cuando se evalúan el manejo de la información pública y las rendiciones de cuentas.
Hace cinco años, por ejemplo, tuvimos una desagradable experiencia. La Fundación Protransparencia intentó comprometer a la alcaldía en un sostenido proceso de Gobierno Abierto que se frenó por falta de voluntad.
Ahora, tampoco es que hubiese habido avances importantes en democracia y transparencia durante el reinado teocrático de Hoyos.
De ahí que estemos hablando de dos objetivos pendientes de Barranquilla. Y sólo podrán insertarse en la dinámica de la ciudad con un cambio en el modelo de gestión pública.
@HoracioBrieva