Cuando leí el domingo 10 la columna de Alberto Donadío en el portal Los Danieles no lo podía creer. Y la leí varias veces. ¿Comprometido con el cruel exterminio de la Unión Patriótica el expresidente Virgilio Barco Vargas (1986-1990), a quien siempre consideré un liberal auténtico que hizo la paz con el M-19 y recibió en su despacho a Carlos Pizarro?

No. Imposible. Pero no era una fake news. Ni lo estaba diciendo un embustero profesional. Era nadie menos que uno de los más respetados periodistas investigativos del país. Es decir, sobran razones para creerle y no calificar su texto como una “canallada”, según la expresión usada por Felipe Zuleta Lleras en Twitter.

La prueba que aporta Donadío es que el expresidente Barco contrató, a través de Ecopetrol, a Rafi Eitan, a quien conoció en su tiempo de embajador en EE. UU., para que trazara un plan orientado a combatir a la guerrilla y éste le propuso acabar con la UP. La columna deja claro que la operación de exterminio de los dirigentes y militantes de este partido político no la ejecutó el israelí, como él lo deseaba. Se colige, entonces, como se ha pregonado muchas veces, que fue una tenebrosa decisión de Estado y en su materialización homicida intervinieron notoriamente agentes del Estado con aliados al margen de la ley. Por tanto, debe ser el Estado el que responda por este atroz episodio de la violencia colombiana.

El tema, como ha pedido la UP, debe asumirlo la JEP en el marco del esclarecimiento de la verdad sobre el conflicto armado.

Es lamentable que el buen recuerdo que teníamos de este expresidente cucuteño se oscurezca a partir de estas escalofriantes revelaciones, pues de Barco guardábamos la imagen de un estadista apegado al Estado de Derecho, no la de alguien que convalidó una carnicería de proporciones aterradoras. Eleva el desconcierto saber que de su gobierno hicieron parte demócratas entrañables como el desaparecido exconstituyente Carlos Ossa Escobar, quien, según Donadío, nunca tuvo información del rol siniestro del espía.

Jamás se podrá justificar frente a la justicia y ante la historia este holocausto ocurrido porque la UP era un partido afín a las Farc que jugaba a la combinación de todas las formas de lucha. Esto último era desafortunadamente cierto, pero la manera de castigarlo no era mediante el genocidio, sino a través de la judicialización de sus líderes. Y eso no fue lo que se hizo. Ni lo que obviamente sugirió el espía extranjero que propuso el plan criminal.

El ministro de Defensa de entonces, el anciano general (r) de tres soles Rafael Samudio Molina, ha respondido pero se ha ido por las ramas y no ha refutado las cosas concretas que denuncia Donadío. Para el exalto oficial todo es una conjura de la extrema izquierda para obtener dividendos electorales. Que yo sepa Donadío es un admirable periodista, no un vocero del extremismo.

@HoracioBrieva