Para los barranquilleros, el mes de febrero usualmente incluye los días en los cuales se celebra el carnaval, la fiesta folclórica y cultural más importante de Colombia. Todos los que hemos podido disfrutar de alguna actividad, de algún carnaval, atesoramos recuerdos de lo alegre, saludable y desprevenida que se percibe a la ciudadanía que participa.
Este año la celebración de nuestra fiesta será diferente. No tendremos desfiles, aglomeraciones o bailes callejeros. Los días no serán cívicos. Las medidas de salud pública tomadas para enfrentar la pandemia nos obligan a continuar siendo prudentes, y muy seguramente, a tener que usar durante esas fechas, todas nuestras capacidades logísticas y de gobierno para sacar adelante y con éxito las primeras etapas del plan nacional de vacunación contra la Covid-19.
Colombia, en el contexto latinoamericano, va a empezar con algunas semanas de atraso la aplicación de las anheladas vacunas. Este mayor tiempo de espera, que en principio ha generado desesperanza en muchos de nosotros y que, al parecer se debe principalmente a la limitada disponibilidad mundial de producto, ha sido utilizado con mucho tino por el Ministerio de Salud para consolidar conceptual y logísticamente las etapas para ejecutar el plan de vacunación con el que se protegerá a nuestra población. Una lectura aplicada del documento que detalla el plan me permitió recuperar el optimismo, pues con una construcción colectiva y pública, todo parece estar puesto a punto para que una vez empiece la vacunación de los primeros grupos, el suministro de las dosis subsiguientes esté garantizado, evitando con ello, el que parece el principal problema que puede limitar la efectividad del producto y que han tenido que enfrentar algunos países: no poder aplicar los necesarios refuerzos en los tiempos en los que estaban planeados.
La priorización por grupos de riesgo es tal vez la acción que, dentro de la gran estrategia, más rápido nos ayudará a lograr el primer objetivo que corresponde a disminuir la incidencia de casos severos y la mortalidad asociada a ellos. Para todos debe ser claro que al crear un orden para la aplicación de las vacunas se está privilegiando el bien común como un imperativo consagrado en la Constitución y en la Ley Estatutaria de Salud. La categorización de la población en grupos no responde a juicios de valor social, ella está basada en los principios bioéticos de beneficencia y justicia, en la solidaridad y la progresividad. Con menos enfermos graves se podrá atender con mayor éxito los casos de Covid-19 que seguirán apareciendo en los próximos meses.
Es innegable que un año sin las celebraciones masivas del carnaval será diferente. Todos los barranquilleros y atlanticenses tenemos ahora el deber, desde esta nueva realidad, de preservar el espíritu de nuestra fiesta, ese que comunica la lucha permanente entre la tristeza y la alegría, entre la vida y la muerte.
Este año los invito a que celebremos la vida, participando activamente en el plan de vacunación, respetando la priorización establecida y consolidando en nuestros grupos de influencia la confianza institucional. Esta será la mejor forma de garantizar que podamos volver a escenificar con alegría y salud nuestro carnaval en el futuro.
@hmbaquero
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