La historia de Tatiana Andia nos brinda la oportunidad de reflexionar sobre la muerte digna. En un país laico, pero con una activa religiosidad, donde la vida se interpreta como un designio divino que debe preservarse a toda costa, la economista e historiadora optó por un camino diferente: celebrar su vida plenamente al aceptar su muerte con serenidad y dignidad.
Desde que se le diagnosticó un tumor pulmonar muy agresivo, Tatiana decidió no someterse a tratamientos que sólo prolongarían su sufrimiento. En su lugar, decidió vivir sus últimos días de manera consciente, cerrando cada ciclo de su vida con gratitud. "Siento mucha fortuna de celebrar en vida mi propio funeral", dijo recientemente en una entrevista.
La enfermedad ha sido entendida por Tatiana como la oportunidad de hacerse preguntas profundas y compartir sus reflexiones en sus columnas. "El cáncer me permitió cerrar una vida plena de manera plena", afirma, pues para ella este proceso ha sido una oportunidad única de preparar a sus seres queridos para su partida, realizando el duelo en vida, con amor y compañía.
La muerte digna, como concepto, defiende el derecho de cada individuo a decidir sobre el final de su vida, especialmente cuando enfrentan enfermedades terminales que sólo traen sufrimiento. Sin embargo, el ejercicio de este derecho aún enfrenta resistencias y desafíos en una sociedad que, en muchos casos, prefiere evitar dialogar sobre el tema de la muerte. Prolongar la vida sin propósito, sólo por temor a morir, puede ir en contra de la dignidad misma. Debemos intentar comprender que la dignidad no radica en la duración de la vida, sino en su calidad y en la libertad de decidir cuándo y cómo queremos que termine.
A pesar de intentar ser lo suficientemente racionales como para entender que la vida es, en esencia, una condición mortal, la muerte sigue siendo un misterio que nos confronta con nuestra propia vulnerabilidad y finitud. De hecho, desafortunadamente, incluso en la medicina moderna, con relativa frecuencia nos enteramos de casos en que la ciencia intenta prolongar la vida a cualquier costo, sin brindar la información adecuada y suficiente para que la humanidad del paciente se exprese ejerciendo su autonomía.
La serenidad y aceptación con la que Tatiana enfrenta su final han adquirido un significado especial para muchas personas que padecen condiciones complejas de salud, recordándoles que, aunque la muerte es inevitable, la manera en que la enfrentemos puede ser una elección de amor y nobleza.
En un mundo donde la tanatofobia es endémica, el caso de esta mujer nos ofrece una alternativa: aceptar la muerte como parte de la vida, prepararse para ella con afecto y gratitud, y celebrar cada momento hasta el último. Todos tendríamos que agradecer a Tatiana por habernos compartido su historia como testimonio vivo de la importancia de la autonomía, la dignidad y la capacidad de decidir cómo queremos vivir y morir.
PD: El inesperado fallecimiento de Roberto Sojo, miembro del Comité de Ética para la Investigación de la Universidad del Norte, motivó la presente columna.Su visión de paciente nos ayudó en muchas ocasiones a encontrar el equilibrio entre lo posible y lo prudente. Paz en su tumba y consuelo en sus recuerdos para sus seres queridos.
@hmbaquero