Esta semana que concluye, se comenzó a recaudar en nuestro país el impuesto a los alimentos ultra procesados y a las bebidas azucaradas. Estos tributos, pertenecientes al grupo de los llamados "impuestos saludables", se cobran en más de 70 países con el propósito de fomentar la salud de sus poblaciones, reducir los costos de atención médica en el futuro y prevenir pérdidas en la productividad laboral.
Más allá del debate acerca de si las inclusiones y exclusiones de los productos gravados con los nuevos "impuestos saludables" en la Ley 2277 de 2022 respetan la racionalidad técnica, debemos, como colombianos, celebrar esta medida que desincentiva el consumo de productos con el potencial de desencadenar fenómenos no deseados en salud pública, como el aumento de la obesidad infantil que se reporta en un gran número de países.
Las cifras más recientes disponibles de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ilustran la magnitud del problema de salud pública que la obesidad infantil representa: actualmente, uno de cada cuatro niños entre los 5 y los 12 años presenta exceso de peso en el mundo. En América Latina, durante las últimas tres décadas, esta condición ha crecido de manera constante, llegando a afectar a casi 4 millones de niños con sobrepeso en 2020.
En Colombia, la última Encuesta Nacional de Situación Nutricional (ENSIN), realizada en el año 2015, mostró cifras similares a las cifras mundiales para la población de 5 a 12 años. En los adolescentes, se encontró que el 17.7% de ellos estaban en riesgo de sobrepeso y obesidad, una cifra por encima del promedio mundial.
Numerosas investigaciones apuntan a que este preocupante fenómeno de la obesidad infantil ha surgido de lo que se conoce como "entornos obesogénicos", definidos como aquellos que desincentivan la actividad física, promueven el sedentarismo y dan poca importancia al desarrollo de hábitos alimentarios saludables desde la temprana infancia. Crecer en un entorno obesogénico tiene un impacto negativo en el desarrollo de habilidades físicas, cognitivas y emocionales, así como en el rendimiento escolar de los niños y adolescentes. Una población infantil con obesidad tiene mayores posibilidades de desarrollar diabetes, enfermedades crónicas no transmisibles y algunos tipos de cáncer a lo largo de sus vidas.
Si bien. el cobro de estos "impuestos saludables" no está exento de desafíos y controversias, ya que pueden terminar siendo regresivos y afectar desproporcionadamente a personas de bajos ingresos, sus beneficios potenciales justifican asumir el reto de hacerlo, especialmente si se acompañan de otras intervenciones, como: estimular con el ejemplo la actividad física de nuestros niños, evitando que caigan en la trampa del sedentarismo inducido por las pantallas, y educándolos desde la temprana infancia acerca del valor que una alimentación saludable tendrá en sus vidas.
@hmbaquero
hmbaquero@gmail.com