
Un bis acerca de la paz
En la paz negativa se puede regresar al metaconflicto -la guerra-, si no se logra mantener el control mediante la fuerza de las armas institucionales; en la paz positiva se considera al conflicto como algo que sucede naturalmente en el día con día de las comunidades y se procura que la solución de dichos conflictos se logre de manera pacífica. Lo que deja claro que la paz no es la ausencia de guerra sino la ausencia de la violencia estructural que es la que históricamente ha producido desigualdad, pobreza, militarismo, racismo, xenofobia.
Hace cuatro años y por el mismo motivo escribí acerca del tipo de paz que deberíamos intentar después de las elecciones de entonces ya que era, y sigue siendo, tema de la mayor importancia para el país colombiano donde hablamos de muchos temas en medio de una tremenda ignorancia de lo que significan los términos de los que hablamos, algo en lo cual todos somos expertos en todo, con un nivel de soberbia digno de aquellos que regresaban del Oráculo de Delfos asumiendo conocer toda la verdad e, incluso, lo que va a suceder.
En la coyuntura actual de nuestro país post-elecciones, el discurso sobre la paz debe ser aclarado para saber de qué hablan los líderes del país y qué entendemos nosotros. Teóricos en el tema de la paz y los conflictos de la talla de Vicenc Fisas, Kenneth Boulding o Johan Galtung, coinciden en la definición de 2 tipos, la paz negativa y la paz positiva.
La paz negativa puede ser considerada como la ausencia de guerra, de cualquier tipo de violencia directa, lo que implica que debe haber un aparato militar del Estado que garantice ese orden con el fin de lograr un proceso de pacificación en el país, lo cual es algo deseable como punto de partida de un proceso más complejo. Con todas las ventajas que pueda representar, tiene un argumento en contra muy serio y por el cual no se puede permanecer en ella por siempre: no hay educación para la paz sino control de la situación social y por eso no garantiza que el logro sea duradero.
En la paz positiva debe haber un equilibrio entre un muy bajo nivel de violencia directa y un nivel elevado de justicia social, económica y política que permita configurar un ambiente armónico tanto en lo individual como en lo social, para poder eliminar la violencia estructural, que es aquella que se origina, precisamente, en las estructuras del poder.
En la paz negativa se puede regresar al metaconflicto -la guerra-, si no se logra mantener el control mediante la fuerza de las armas institucionales; en la paz positiva se considera al conflicto como algo que sucede naturalmente en el día con día de las comunidades y se procura que la solución de dichos conflictos se logre de manera pacífica. Lo que deja claro que la paz no es la ausencia de guerra sino la ausencia de la violencia estructural que es la que históricamente ha producido desigualdad, pobreza, militarismo, racismo, xenofobia.
Si se realizara una encuesta a los colombianos acerca de qué es la paz y a qué aspiramos en un proceso de tal magnitud, con toda seguridad encontraremos 50 millones de respuestas diferentes. Lo que quiere decir que la mejor alternativa para un proceso que es absolutamente necesario para una vida justa individual, social, económica, educativa y de salud mental, es la creación de la Cátedra para la Paz en colegios y universidades, como la mejor posibilidad de trascender el conflicto y hablar todos de la misma paz, a cambio de lo que sucede hoy en que hablamos lenguajes diferentes para definir el mismo punto común a todos.
haroldomartinez@hotmail.com
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