Es lo que coloquialmente llamamos calma chicha, ese momento en el que parece que nada sucede pero hay una espera cargada de tensión e incertidumbre porque, en la siguiente escena, se viene el desenlace de la película, para bien o para mal de los protagonistas. Es lo que siento en este momento en que parece que hay un parón casi dramático de algunas variables estadísticas en algunas regiones en relación con el impacto de la pandemia, lo que nos lleva al interrogante obligatorio de preguntarnos qué va a pasar después de estos días de relativa calma, sin olvidar, por supuesto, que trabajamos con cifras atrasadas y con un montón de falencias en la toma y procesamiento de las muestras.

Por el lado de la ciencia, el suspenso sigue igual: esto sólo se cura con una vacuna, el resto del tratamiento es sintomático según lo que presente el paciente al momento de llegar a la urgencia; en el intermedio hay cualquier cantidad de protocolos que ofrecen desde antiparasitarios y monoclonales, pasando por las pócimas para hacer gárgaras profilácticas, hasta las curas caseras milagrosas –aunque ningún pastor ha aparecido–. La mejor vacuna sigue siendo hasta ahora la prevención, mediante el método más simple y, al mismo tiempo, más complejo, como es el hecho de quedarse en casa.

En cuanto a la información y los medios, ha sido impresionante la cantidad de especulaciones, así como el uso irresponsable de la información para culpar, manipular o amenazar ideológicamente, o, en el peor de los casos, aprovecharse de la situación de muchas maneras en los medios, del presidente para abajo. Nunca podrá construirse una torre de Babel como la que se hizo después del diluvio bíblico, en la que todo el mundo hablaba la misma lengua y empleaba las mismas palabras, mientras no haya unidad y coherencia en la información del presidente y el ministro de Salud para abajo.

La salud amerita comentario aparte, se requieren muchas cuartillas para un análisis del punto más crítico en este país junto con la polarización ideológica y la corrupción: la salud de los colombianos, la vida de unas personas por las que debe responder el Gobierno y su Ministerio de Salud. Por primera vez sentí que no me serviría para nada el hecho de ser médico, porque si me contagiaba de C-19 y necesitaba una UCI y había una fila de espera, tendría que esperar mi turno y hasta morir esperando. Eso se llama sentirse desamparado y, peor aún, pagando un sistema de salud tan costoso.

El gran suspenso es que en esta calma se pueden bajar las alarmas, confundir las fases y relajar las medidas de seguridad en un momento en que se empieza a hablar de rebrotes en varios países que ya habían, supuestamente, controlado la pandemia en sus territorios.

Aquí, Hitchcock muestra imágenes de los probables implicados en lo que pueda suceder después de este incierto “suspense”, del presidente para abajo.

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