Revisé desde el Juramento Hipocrático original, pasando por algunas modificaciones que se le han hecho, hasta llegar a 1948, fecha en que se redactó el que se conoce como Declaración de Ginebra y adoptado por la Asociación Médica Mundial, que, a su vez, ha sido revisado varias veces hasta la última en Chicago, en octubre de 2017, sobre el cual se juramenta en la actualidad. Palabras más, palabras menos, todos tienen el mismo encabezado, la promesa solemne de dedicar nuestras vidas al servicio de la humanidad; pero, después de revisar en detalle las necesarias adaptaciones a la vida moderna y al desarrollo de la medicina, no encontré en ninguna que seamos héroes.
Lo aclaro porque en este país acostumbramos a utilizar de manera errónea, ingenua o folclórica, palabras que tienen distinta connotación dependiendo de quién las dice. En un momento tan crítico como el actual en que enfrentamos una amenaza contra nuestras vidas por un virus que ha mostrado ser letal, es cuando más cuidadosos debemos ser de lo que decimos para no crear confusión.
Un héroe es una persona que realiza una hazaña extraordinaria cuya ejecución requiere mucho valor. Un médico es una persona entrenada para salvar vidas y también para salvar la suya, como quedó literalmente expuesto en uno de los acápites de la revisión de 2017: “Cuidar mi propia salud, bienestar y capacidades para prestar una atención médica del más alto nivel”. Un héroe es una persona que se lanza al precipicio sin paracaídas para realizar su hazaña, un médico es un ser racional que sabe que de él dependen muchas personas y que debe medir su sacrificio desde la ecuación riesgo/beneficio.
Ser médico en Colombia e ir a la trinchera a cumplir el juramento de anteponer la vida del paciente por encima de todo, incluida la vida del médico -ante una pandemia que ha mostrado ser devastadora- en las condiciones precarias en las que haría la atención, sabiendo de las condiciones de inoperancia e ineficiencia de nuestro sistema de salud, no es un acto heroico, no es amor al arte, no es ética médica, ¡es un suicidio anunciado!
Todos sabemos que nuestro sistema de salud no está preparado para afrontar un fenómeno sanitario con las proporciones negativas de otros países, a pesar de la calidad y estatura científica del cuerpo médico colombiano; el problema es la infraestructura, lo que hay en logística para atender pacientes de mediana y alta complejidad. Cada vez que reviso lo que muestran las estadísticas de qué tenemos para atender esta pandemia con compromiso a nivel pulmonar, me preocupa saber que no nos alcanza ni para 100 catarros vulgares.
Las grandes crisis se resuelven con grandes decisiones. Es claro que nuestro sistema de salud basado en la Ley 100 colapsó y sólo sirve a intereses particulares. Por el derecho a la salud de la mayoría, debe ser revisado en su esencia y cambiado, es del orden vital.
Haroldo Martínez
haroldomartinez@hotmail.com