Gracias a los descubrimientos del genetista sueco Svante Pääbo acerca de la evolución humana que le valieron la distinción con el Premio Nobel de Fisiología y Medicina de este año, he podido comprender por qué hay en este país paisanos y paisanas que se creen, erróneamente, descendientes directos de los Übermensch de Nietzsche y el resto no somos más que neandertales y homo sapiens vulgares, y que ese supuesto les otorga una superioridad sobre el resto de colombianos, a quienes denominan simios, orangutanes, negros, ignorantes y demás descripciones peyorativas.

Este investigador logró algo que se creía imposible como era el hecho de reconstruir el ADN de los neandertales a partir del descubrimiento de fragmentos de huesos de unos 40.000 años y confirmar que, además del canibalismo que se dio entre estos homínidos, hubo entre ellos relaciones sexuales y, por tanto, descendencia; así también, descubrió otra especie de homínidos que vivieron en Asia, los denisovanos. De esta manera, nace una nueva disciplina científica, la Paleogenómica, que servirá también para comprender un montón de cosas acerca de cómo reaccionamos ante enfermedades por interacciones con gérmenes de aquellas épocas y los actuales.

Gracias a sus investigaciones no solo reconstruyó el genoma de los neandertales, sino que pudo hacer la comparación con el genoma de los humanos modernos y encontrar los indiscutibles vínculos entre ambos. Y sí es cierto que hubo canibalismo por lo que se pudo observar en fragmentos de huesos que tenían marcas de cortes o que habían sido rotos deliberadamente.

Así que el “superhumano” del filósofo alemán no es otra cosa que una distorsión política, económica, racial de lo que realmente quiso decir, por parte de grupos humanos que se creen superiores únicamente porque se les decoloró la piel y tienen una posición de poder porque el sitio donde fueron en las primeras migraciones desde África tenían unas condiciones climáticas que les provocaron esos cambios por el favorecimiento de pisos climáticos diversos. No porque sean una raza superior, tal cosa no existe, solo es un discurso político, económico y de poder.

Así las cosas, todos tenemos el mismo origen homínido y, en este país, no hay ningún descendiente que provenga de los Montes Urales, los cuales no constituyen una diferencia lingüística, étnica, o de linaje.

Somos mestizos hasta los que se creen arios, obedecemos a una mezcla de varias vertientes nacidos en diferentes puntos del planeta con un mismo genoma.

Ojalá que estos descubrimientos sean el punto de partida para dejar tantas diferencias absurdas que son producto de la ignorancia en la que ha calado un discurso perverso que solo pretende mantener en el poder a personas que se lo tomaron a la brava y no mediante actos electorales democráticos, sino generalmente mediante la guerra.

Esto sí podría representar un verdadero cambio en este país para dejar atrás este canibalismo político fratricida que no nos deja evolucionar como homo (y homa) sapiens sapiens.

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