Un “ismo” más dentro de las muchas variantes de exclusión, segregación, aislamiento, marginación; en este caso, en contra de los mayores. Ha estado presente en todas las sociedades de la historia, con actitudes que van desde la eliminación al no ser considerados útiles para la sociedad, hasta el simple abandono o la inasistencia en su salud.
Hay que desmontar algunos mitos acerca del envejecimiento, sobre todo ahora que nos pusieron etiqueta de “abuelitos incapaces de ponernos una mascarilla” y por eso tienen que cuidarnos, pues podemos morir con el C-19.
En primer lugar, no hay signos claros de que muramos de viejos, de hecho, ese diagnóstico no aparece en los certificados de defunción. Además, ha mejorado la calidad de vida y con ella se alargó la edad de supervivencia.
Recientes estudios en países europeos, no conozco en este continente, señalan que a los 74 años, en promedio, es cuando se llega al pico más alto de felicidad y con un cierto nivel de maestría para resolver situaciones, aún sin formación académica. Por supuesto, la educación influye de manera muy favorable.
Hay pocos signos que informen de una disminución significativa de la sexualidad relacionada con la edad. Los que gozan de buena salud en la vejez tienen el doble de posibilidades de una libido alta y sexo con regularidad, una o dos veces por semana. Pero la disfunción eréctil y la impotencia son significativas después de los 70. La mayoría de mujeres sanas pueden disfrutar de su sexualidad hasta el final de su vida, incluso con los cambios naturales en la vagina.
Las enfermedades complican el envejecimiento desde lo físico hasta lo mental, pero el Alzheimer y la demencia senil no son obligatorios. El deterioro de la memoria con el tiempo es más notorio en la memoria episódica, la que tiene que ver con lo autobiográfico.
El dinero es importante. El rico tiene mejores posibilidades de una vejez mejor porque tiene con qué pagar cuidados especiales y su salud, en especial en una sociedad como la colombiana con un sistema de salud privado fallido que tiene en el desamparo a un altísimo porcentaje de la población, mientras los dueños de la salud se enriquecen con el trabajo de los médicos, a los que no les pagan. Los pobres seguirán jodidos.
Por eso, no entiendo el edaísmo presidencial que pretende “cuidar a las personas mayores”, como si fuésemos incapaces de hacerlo. Menos entiendo la tutela que interpusieron algunos mayores al sentirse ofendidos con la medida.
Por mi parte, mientras pueda tomarme un par de scotchs con los amigos, bailar en La Cueva –ahora sin Joe Urquijo, el cantante, fallecido por C-19-, y rematar en La Troja, pueden poner el decreto que se les antoje, porque hasta ahora he sabido cuidarme y, si no puedo, hablo con mis colegas médicos para que me asistan, porque nuestro sistema de salud no lo hará.
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